Lo confieso, no tengo ni la más remota idea de cómo está construido ni cómo funciona el ordenador en el que estoy tecleando esta crítica. Me he acostumbrado tanto a los aparatos que me rodean (móvil, ordenador, televisión, DVD, electrodomésticos de cocina, coche...) que casi nunca me paro a pensar que hubo gente que los inventó. Doy tan por sentado que están ahí que ya ni los distingo de los muebles, las paredes, las puertas, las ventanas o el paisaje que veo desde los cristales.
A veces es bueno dedicar un pensamiento a todos esos genios que hoy nos hacen la vida más cómoda en muchos aspectos. No más sencilla, no nos engañemos, puesto que vivimos en una sociedad muy compleja, con sus muchos inconvenientes, pues nada viene gratis. Pero el solo hecho de tener agua corriente y limpia, electricidad que me proporciona luz, calefacción, aire fresco, comida caliente y que hace funcionar multitud de aparatos que me ofrecen otras comodidades... Y me acuerdo de nuestras abuelas y bisabuelas dedicando horas y horas y dejándose la piel realizando labores que ahora hacen máquinas o que nos quitan mucho menos tiempo gracias a éstas... Y mi mente vuela hacia aquellas personas, algunos de cuyos nombres conozco y otros no, que contribuyeron a que en algunos aspectos la vida fuese más llevadera.
Hoy le dedico un silencioso homenaje a Alan Turing, pionero de los ordenadores, escribiendo en este pequeño y estilizado descendiente de los que él diseñó. ¿Se imaginaría él que había abierto una puerta hacia una de las revoluciones tecnológicas más importantes? ¿Intuiría ya que su invento iba a tener tantísimas aplicaciones y repercusiones en todo el planeta, y que incluso ayudaría a enviar y utilizar otros aparatos fuera del planeta, en el espacio profundo?
Le tocó vivir de pleno la Segunda Guerra Mundial y sufrió suficientes dramas personales como para ponerse a considerar su propia contribución a la posteridad. Y de no ser porque nada dura para siempre, ni siquiera el silencio, no nos habríamos enterado de lo que ese hombre hizo.
Creo que a la película se le está achacando no ser fiel a la biografía del matemático, y que le han atribuido síndrome de Asperger cuando no está comprobado que lo padeciera. También es verdad que sólo hace muy pocos años que dicho síndrome ha sido reconocido a nivel mundial y siete décadas atrás no se sabía ni que existía. Simplemente se tachaba a esas personas de excéntricas y no se comprendía su diferencia. Fuese Asperger o no, lo cierto es que era un genio. Es curioso cómo tantos genios cambian las vidas de millones de personas, pero ellos mismos no suelen tener vidas fáciles.
Debió de ser tremendamente difícil ser gay en un país donde serlo estaba penado. Como si no fuera bastante la homofobia que hay en todas las sociedades, además en algunos sitios el hecho de que te guste alguien de tu mismo sexo es punible por la ley, incluso te pueden condenar a muerte por ello.
Su prodigiosa mente matemática no le hizo más llevadera la vida.
Incluso su formidable contribución al esfuerzo de guerra tuvo su lado oscuro. Dudo que él se sintiera como un héroe. No, él no pidió esa guerra ni la empezó. Lo que hizo fue trascendental. Pero me pongo en su lugar y yo misma no me habría sentido como un héroe. A pesar de descifrar Enigma. A pesar de que salvó a tanta gente y acortó la duración del conflicto.
No. Aquello me habría sabido a cenizas.
Por eso he dicho más de una vez que las guerras no las gana nadie.
Es un héroe triste, muy triste.
Me alegro de que al menos al cabo de tanto tiempo se le haya devuelto el respeto que merece.
A título póstumo.
Casi todas las cosas buenas y justas llegan tarde.