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Voto de Vivoleyendo:
7
Comedia. Musical Los Leningrag Cowboys, un grupo de músicos finlandeses y su mánager, viajan a América buscando fama y fortuna. Mientras cruzan el país intentando llegar a una boda en México, son seguidos por el tonto del pueblo, que desea unirse al grupo. (FILMAFFINITY)
24 de enero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El finlandés dio un paso más allá al filmar este musical que, desde luego, glamouroso no es precisamente. Si bien uno ya estaba acostumbrado a sus irónicas y estáticas comedias costumbristas, lo de “Leningrad Cowboys go America” ya es una sátira en toda regla. Oscila entre ese realismo cutre y destartalado de la estética de todas las películas del finlandés, y un surrealismo que traspasa lo descacharrante.
Una de las muchas peculiaridades de este director es el modo en que su cámara capta los ambientes degradados, huyendo de las vistas grandiosas y dirigiendo el objetivo hacia los sitios más feos. El cine convencional ya se encarga de vendernos las delicias paisajísticas. Aki las ignora y se fija siempre en ese desguace repleto de chatarra, en esas fábricas e industrias pesadas soltando humos, en los árboles secos, en la hierba grisácea, en el polvo que cubre las superficies, en los edificios desesperadamente necesitados de reformas, con manchas de óxido y humedad, maderas y planchas de metal castigados por la intemperie, basura y escombros aquí y allá, y muebles que ya hace bastante que deberían haber pasado a mejor vida.
Ya sea Finlandia o Estados Unidos, apenas hay diferencias, si acaso un fugaz panorama de los rascacielos de Nueva York o unos cactus o chumberas de vez en cuando, pero el resto de las localizaciones podrían haberse calcado de las de Finlandia. La marginalidad se parece en todas partes.
Por estos escenarios viajan, en una de las típicas road-movies de Aki, los “Leningrad Cowboys”, una banda rusa de frikis. Tienen un estilo, digamos, “picudo”, pues se peinan con las melenas hacia adelante en forma de pico de pájaro por encima de la frente, y llevan zapatos muy alargados acabados en punta. Les viene de familia, pues sus mayores y sus antepasados han lucido las mismas pintas durante generaciones.
Criados en las estepas siberianas, comparten su afición por la música y su mánager, un tío muy rata que también debe de ser algún pariente y que viste y peina igual que la banda, trata de conseguirles un contrato, pero nadie los valora. Les aconsejan marcharse a América, pues allí “escuchan todo tipo de chorradas” (el primer ataque de la película al American way of life). El patriarca familiar les financia el viaje y aterrizan en Estados Unidos con el ataúd de un componente del grupo que se congeló ensayando por la noche en las estepas, y un polizón que les sigue a hurtadillas porque desea pertenecer a la banda pero no se lo permiten por ser medio calvo.
Y continúan las burlas y las críticas, no sólo a través del despliegue de escenarios cochambrosos y antiestéticos, sino a través del comportamiento del grupo. El mánager trata a los demás como a borregos y se queda con la mayor parte de las recaudaciones, haciéndoles pasar hambre mientras él se pone las botas a sus espaldas. Cuando éstos se rebelan (representando al pueblo harto del sistema opresor), el mánager los intimida (reflejo del poder autocrático). El intertítulo “Vuelta a la democracia” que aparece tras estas escenas es de lo más sarcástico.
La compra del cochazo típico americano (abollado y con aspecto de no tirar mucho más), el ataúd con el primo congelado, las paradas para tocar en bares de mala muerte, el sonido del viento invernal que sopla igual que en Siberia, y estos nueve tíos (que llegarán a ser once) paseando toda su cachaza por las carreteras flanqueadas por vistas deprimentes, tocando para públicos casi siempre escasos e indolentes y dirigiéndose a México, donde les han asegurado que triunfarán… Si algo bueno tiene esta pandilla de inadaptados es su música, que van modificando según les conviene, y evolucionan desde el folclore ruso hasta el rock ‘n’ roll, el country, el rock y las rancheras. Una música de calidad que casi nadie aprecia.
Hay muchos detalles burlescos y absurdos en esta desvencijada road-movie donde se hace pasar a la sociedad americana por ese filtro tan especial de Aki Kaurismäki.
Si hay felicidad por algún lado, tal vez esté en conducir hacia ninguna parte en un coche viejo de segunda mano, disfrutar de una cerveza fresquita en amigable silencio (aquí la gente lo que menos hace es hablar), comer lo que se pille por el camino, fumarse un cigarrillo encima del escenario mientras se toca una canción, cantar en un inglés recién aprendido y matar el tiempo con los colegas que comparten algo parecido a un sueño.
Los “Leningrad Cowboys” continuaron en la vida real, y ahí están. Una banda surgida de una película para la que la realidad ha sido mucho más dulce que la ficción.
Vivoleyendo
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