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Voto de Vivoleyendo:
7
Ciencia ficción. Acción. Terror Adaptación de la novela homónima de H.G. Wells. La invasión de la Tierra por los marcianos y la terrible batalla que tiene que librar la humanidad para sobrevivir se centra en una familia americana. Ray Ferrier (Tom Cruise) es un estibador divorciado y un padre nada modélico. Estando sus hijos de visita en su casa, estalla una tremenda e inesperada tormenta eléctrica. Unos momentos después, Ray es testigo de un acontecimiento ... [+]
14 de noviembre de 2009
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la mayor parte de la literatura de ciencia-ficción, la más o menos imaginativa y minuciosa descripción científico-tecnológica es un mero pretexto. Una tapadera, un disfraz. Vistoso, espectacular, subyugante las más de las veces. Es muy difícil recrear mundos alternativos y lograr que los receptores podamos concebirlos en nuestras mentes y, además de eso, verlos ante nuestros ojos como si existieran. Por supuesto, el hecho de que todo ese envoltorio sea, digamos, accesorio, no lo hace menos importante. Es fundamental, precisamente por su capacidad de excitar y alimentar la imaginación.
Pero a lo que voy, es a que detrás de tanta parafernalia, detrás de tanto envoltorio, detrás de tanta tecnología apabullante, de seres extraterrestres y de interacciones dramáticas con las amenazas del cosmos, estamos, siempre, nosotros en el foco de ese microscopio gigante desde el que tal vez un ojo nos observa. En los libros y en las películas de ciencia-ficción, somos esos microorganismos que ignoran que son espiados, y también somos el ojo que espía. Porque la Humanidad es un fascinante objetivo a estudiar. Porque nunca podemos dejar de estudiar nuestra propia especie. Y, puesto que aún no hemos captado la existencia de formas de vida fuera de la Tierra, y sólo nos conocemos a nosotros como seres de inteligencia racional, es lógico que nos analicemos a fondo y fantaseemos sobre hipotéticas situaciones en las que entráramos en interacción con otras inteligencias racionales que viniesen de algún lugar del Universo.
Puesto que la Humanidad se mueve en gran medida por amor y por odio, y parece que la balanza se inclina más hacia el lado del odio, no es de extrañar que muchos autores se inclinen por una visión pesimista y apocalíptica del futuro que nos aguarda. En esos alienígenas hostiles se refleja la hostilidad que destilamos nosotros. En esas invasiones dantescas se magnifica la maldad que portamos. Y, además, representan esa pesadilla secreta del miedo a lo desconocido. Del terror a despertarnos un día para hallar que lo que creíamos un mundo seguro y estable se ha venido abajo y no hay puntos de apoyo, ni referencias que sirvan ante unas circunstancias que nos sobrepasan por completo. El terror a constatar que somos como esos seres microscópicos expuestos ante una lente y cuyas vidas penden de un miserable hilo, a merced de una voluntad superior que los aplasta con un simple manotazo.
H. G. Wells consigue que nos sintamos así. Porque tal vez no somos mucho más que eso. Y lo más terrible es ser conscientes de que somos tan poca cosa. Y que pueda llegar un ser más fuerte y hacernos polvo.
Nosotros, que nos creíamos tan grandes.
Pero quizás, peor aún que los hipotéticos enemigos externos, el peor enemigo del hombre es el propio hombre.
Supongo que esa es la esencia de la ciencia-ficción.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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