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Voto de Vivoleyendo:
10
Drama En un accidente de coche, Julie pierde a su marido Patrice, un prestigioso compositor, y a su hija Anna. Al recuperarse de sus lesiones, decide comenzar una nueva vida, independiente, solitaria y anónima, alejada de los privilegios que antes disfrutaba. Olivier, el ayudante de Patrice, intenta sacarla de su aislamiento. Olivier está enamorado de ella desde hace muchos años y acaba convenciéndola para que termine el «Concierto para ... [+]
15 de abril de 2008
96 de 119 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una lámpara de prismas colgantes de cristal azul... Único recuerdo que Julie se lleva consigo tras dar carpetazo a su antigua vida.
Como si despertara de una ilusión, de un sueño teñido de azul... Todos los sueños tienen su fin. Su sueño de una familia, de un hogar con un marido y una hija y la vocación de la música... Terminó. ¿Qué le queda ahora?
Ahora no tiene más que una casa vacía que se le queda demasiado grande, poblada de recuerdos de los que quiere huir.
Y huye. Dejándolo todo atrás, o intentándolo. Cargando con un sufrimiento que suena con las notas de una sinfonía que llora sin concluir su llanto, quedando en el aire el interrogante de un final que no llegó.
Azul, sinfonía, fundido en negro, dolor, resurgimiento.
La imagen dice tantas cosas... Habla de una mujer que despierta brutalmente a la soledad. Que soporta un dolor que solamente halla consuelo cuando escucha las notas de la flauta de un mendigo. Cuando toma prestadas unas horas de la compañía de Olivier sobre un colchón solitario y atesorado. Cuando tiende una mano hacia Lucille, su vecina prostituta. Cuando descubre secretos sobre su marido muerto y decide perdonar y aceptar toda esa parte de él que nunca le perteneció. ¿Quién pertenece a quién, en realidad? ¿Quién es dueño de otra vida? Ella lo comprende con la lucidez de quien ya no tiene nada que perder, ni que esperar.
¿Es posible concluir la sinfonía que otra persona empezó? ¿Tiene derecho Olivier, lo tiene ella?Sería como pretender terminar una escultura que Miguel Ángel dejó a medias, o el Réquiem que Mozart dejó incompleto cuando lo sorprendió la muerte.
Nunca sería igual.
La banda sonora es puro sufrimiento hecho música, furia, impotencia que no para de sonar como un tormento en la mente de Julie.
Los cristales azules reflejándose como lágrimas en el rostro de ella, un café abandonado tristemente en su taza al son de una flauta, el brillo de unos ojos, una camada de ratoncitos recién nacidos que anidan en el trastero de Julie (ella teme a los ratones), las aguas azules de la piscina en la que ella desahoga sus opresiones, un caramelo azul que su hija nunca llegó a recibir...
Poesía fílmica, sinfonía dolorosa de imágenes y sonidos sugestivos que muestran los lamentos, y la lenta recomposición, de un mundo interior roto como el cristal.
Vivoleyendo
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