Le he subido al 7 por esos providenciales Philip Seymour Hoffman (menuda carrera fulgurante lleva ese hombre) y Ethan Hawke. Toda una lección de interpretación al límite, rompedora y genuina. Es mi primera película de Sidney Lumet y no he leído apenas comentarios sobre él, pero imagino que se comentará bastante que este director tiene buena mano para dirigir y obtener lo mejor de sus actores.
Por su guión no pasa de ser un thriller más al uso, pero no se trata del guión en sí. Es la forma de cocinarlo y de presentarlo. Es el sofrito previo donde ha añadido fracasos, frustraciones, traumas sin solucionar, rencillas, distanciamiento familiar y, envolviéndolo todo, una crítica brutal a la presión para obtener un éxito basado en la riqueza material, a una sociedad poblada de adictos al dinero. Lumet lo remueve enérgicamente, le da la vuelta varias veces, le va añadiendo un ingrediente nuevo cada vez y finalmente lo deja hervir todo a fuego fuerte.
Lumet escarba rudamente en los problemas de dos hermanos, problemas que profundizan mucho más allá de lo simplemente económico. Infelices, con problemas matrimoniales y laborales, alejados de sus propios padres, acosados por deudas... Su desesperación se respira, parece que falta el aire a veces.
Lo que iba a ser la solución definitiva de sus dificultades económicas, termina transformándose en una pesadilla cada vez más indisoluble. Comienza la bola de nieve... Un imprevisto, un error que lleva a otro imprevisto y a otro error, hasta que cada vez es más difícil salir del agujero... La ley de Murphy en su máxima aplicación. Todo lo que puede salir mal, saldrá mal.
Interesantes retornos en flashbacks mostrando la acción a trozos, progresivamente completando los huecos mientras los hechos se van observando desde distintos puntos de vista y se va avanzando en la trama.
Audaz y nítida fotografía que abunda en fundidos y efectos que van ensamblando las partes de la historia cada vez que un flashback concluye y empieza el siguiente, evocando probablemente un cierto estilo clásico a la vez que vanguardista en el tratamiento de la imagen.
Y una banda sonora convencional de melodías orquestales con un tema principal que se va reiterando cadencialmente a lo largo del metraje.
No se trata del thriller de la década, probablemente ni siquiera sea el thriller del año 2007. Pero tiene su empaque y su atmósfera presta a estallar de pura angustia, sobre todo gracias al trabajo de unos actores que se salen.