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Voto de Vivoleyendo:
9
Drama Walt Kowalski (Clint Eastwood), un veterano de la guerra de Corea (1950-1953), es un obrero jubilado del sector del automóvil que ha enviudado recientemente. Su máxima pasión es cuidar de su más preciado tesoro: un coche Gran Torino de 1972. Es un hombre inflexible y cascarrabias, al que le cuesta trabajo asimilar los cambios que se producen a su alrededor, especialmente la llegada de multitud de inmigrantes asiáticos a su barrio. Sin ... [+]
15 de marzo de 2009
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eastwood seguirá siendo descomunalmente genial, incluso el día en que ya no pueda volver a dirigir, ni a interpretar, ni a soplar ese polvo de hadas con el que lleva firmando sus obras desde que tocó la plenitud de su fulgurante carrera.
El día en que su combustible se agote, su genio quedará sobre él como un trofeo, recordando una trayectoria que ha ido en progresión geométrica de un modo en que pocas consiguen hacerlo.
Si algo tiene este hombre, es que lleva esta profesión no ya en la sangre, sino también en cada una de sus vísceras, y cada milímetro de su vieja piel está tatuado con un corazón con el que expresa su tremendo cariño hacia el séptimo arte, que él convierte en ARTE, así, con mayúsculas.
Para él, rodar ostenta una dimensión que cualquiera no es susceptible de alcanzar.
Él pone en marcha a todo su equipo de filmación, lo prepara todo, a veces se coloca él mismo delante de la cámara y otras veces no, y esas palabras que se suelen decir, como “silencio, se rueda”, o “Gran Torino, toma uno. ¡Acción!”, o lo que se diga cuando se va a filmar una escena, son la señal de salida para empezar a completar un nuevo pedazo del alma que Clint sabe llevar a ese lienzo móvil que es cada película que crea últimamente.
¿Cómo es posible que, cogiendo un tema ya bastante pisado como el del conflicto racista y multicultural, aún pueda obtener nuevos y bellos matices que en otros directores parecen algo falsos y artificiales?
No sé cómo demonios lo hace, pero Clint encarna a un personaje amargado, solitario, lleno de prejuicios, que no se entiende con su familia y que desea mantenerse apartado del mundanal ruido, demasiado sincero y mal hablado, y en menos de cinco minutos se ha metido en tu bolsillo sin llamar.
A Walt Kowalski, de origen polaco y ex-combatiente en la guerra de Corea, la conciencia le pesa como el plomo, y su vejez no es un nido de paz. Ni paz interior, ni paz en sus interacciones con sus parientes, ni con sus vecinos. La única forma en que se siente a gusto es a solas en su casa, con su perra y con su impecable Gran Torino del 72. Le molesta la presencia de sus hijos, de sus nueras, de sus nietos, de sus vecinos asiáticos, de casi todo lo que tenga trazas de ser personas.
Hasta que vamos destapando al buen tipo que hay debajo de la superficie gruñona. Ése que no se ofrece por su propio pie, pero que está deseando que otros adviertan que necesita ofrecerse.
Clint desgrana un drama de problemas y culpas que se arrastran en el espíritu de un hombre maltrecho y que buscan una vía de salida. Y tal vez Walt vea una posibilidad en sus dos jóvenes vecinos, quienes sin pretenderlo abren una puerta que él creía cerrada.
En un clima tenso de ebullición racial, desde la mirada de un anciano que todavía tiene mucho que aportar y que demostrar (y que aprender), Clint vuelve a sacudir el panorama cinematográfico con un nuevo alarde de su extraordinario don.
Vivoleyendo
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