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Voto de Vivoleyendo:
9
6,2
24.802
Fantástico. Musical. Romance. Aventuras
Aladdin (Mena Massoud) es un adorable pero desafortunado ladronzuelo enamorado de la hija del Sultán, la princesa Jasmine (Naomi Scott). Para intentar conquistarla, acepta el desafío de Jafar (Marwan Kenzari), que consiste en entrar a una cueva en mitad del desierto para dar con una lámpara mágica que le concederá todos sus deseos. Allí es donde Aladdín conocerá al Genio (Will Smith), dando inicio a una aventura como nunca antes había imaginado. (FILMAFFINITY) [+]
25 de marzo de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí esta nueva versión de “Aladdin” tiene mucha alma, pese a lo que leo por ahí. Responde de pleno a las preguntas que instintivamente me suelo hacer a mí misma ante este género cinematográfico: ¿Me deslumbra? Un montón. ¿Me divierte? Una barbaridad. ¿Me entretiene? Muchísimo. ¿Me emociona? Un rotundo SÍ. Me encantan las aventuras de Aladdin y Jasmine, y la chispa, química y carisma que desprenden. Con el genio me parto la caja, es un puntazo tras otro, no puedo concebir a nadie que no fuese Will Smith para ese papel. Es un actor que ha ido creciendo en talento y se le nota. No es de mis actores favoritos, pero cuando lo borda, lo borda. Y este rol le venía como anillo al dedo.
Y atención a Dalia, la doncella. Simpatiquísima. En las pelis Disney las princesas y las doncellas ya hace mucho tiempo que no son damiselas tímidas y sumisas, y Dalia es un muy divertido ejemplo de ello.
Sí, Jafar seguramente es un villano demasiado villano y carente de matices que lo hagan mínimamente interesante, es cierto. Coincido con otros críticos que lo consideran el mayor defecto de la película y que la lastra un poco. No sé si será el actor o la construcción del personaje, o ambas cosas, pero si se hubieran trabajado un poquito más a Jafar, el resultado habría sido redondo.
Y todo lo demás me parece precioso y muy bien conseguido. Fotografía, música, ritmo narrativo... Qué queréis que os diga, yo me he metido en Ágrabah y he estado saltando por los tejados y volando en alfombra mágica junto con Aladdin y Jasmine, cantando sin parar y admirando la belleza que surge de la mezcla entre lo hermoso y lo humilde. Si hasta el desierto tiene su encanto, como lo percibe el genio tras haberse pasado miles de años metido en una lámpara diminuta. Y, al igual que él, me apunto a la fiesta.
Y atención a Dalia, la doncella. Simpatiquísima. En las pelis Disney las princesas y las doncellas ya hace mucho tiempo que no son damiselas tímidas y sumisas, y Dalia es un muy divertido ejemplo de ello.
Sí, Jafar seguramente es un villano demasiado villano y carente de matices que lo hagan mínimamente interesante, es cierto. Coincido con otros críticos que lo consideran el mayor defecto de la película y que la lastra un poco. No sé si será el actor o la construcción del personaje, o ambas cosas, pero si se hubieran trabajado un poquito más a Jafar, el resultado habría sido redondo.
Y todo lo demás me parece precioso y muy bien conseguido. Fotografía, música, ritmo narrativo... Qué queréis que os diga, yo me he metido en Ágrabah y he estado saltando por los tejados y volando en alfombra mágica junto con Aladdin y Jasmine, cantando sin parar y admirando la belleza que surge de la mezcla entre lo hermoso y lo humilde. Si hasta el desierto tiene su encanto, como lo percibe el genio tras haberse pasado miles de años metido en una lámpara diminuta. Y, al igual que él, me apunto a la fiesta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Uno de los aciertos de este tipo de películas es estar destinadas para toda la familia, literalmente para todos los públicos, porque contiene elementos suficientes para encandilar al público infantil, pero también al adulto. Los peques disfrutan de lo lindo con las muchas escenas de acción, aventuras y y humor y se emocionan con las escenas emotivas, pero los mensajes de fondo también pueden deleitar (además de las anteriores características citadas) a quienes ya tienen edad suficiente para captarlos. A mí particularmente, el mensaje (entre los muchos que hay) que más me gusta de “Aladdin” es la demoledora crítica a quienes abusan del poder. Y, sobre todo, que el poder está para servir, no para ser servido. El ser más poderoso del universo, el genio, que con su prodigiosa magia puede hacer realidad cualquier deseo (excepto resucitar y hacer que alguien se enamore), no puede ejercer ese poder libremente ni sobre sí mismo. Está sometido a la voluntad de su “amo” de turno. Es una manera sutil de declarar que cualquier tipo de poder siempre debe estar enteramente al servicio del pueblo, y no al revés. Y que quien lo ejerce nunca debería ser libre de ejercerlo como le plazca. Como literalmente le sucede a cualquiera que sea genio en el mundo de Aladdin.
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad y a más de uno de esos que se han creído y se creen dueños del universo les vendría muy bien estar confinados dentro de una lámpara de latón durante milenios y humillarse de cuando en cuando ante quien sea que frote la lámpara, para aprender esa humilde lección.
Y bien que lo sabe nuestro entrañable genio. Más sabe el diablo por viejo.
Aunque también, si resulta que el genio es tan simpático y buenazo como el que nos ocupa, se merece encontrarse con un “amo” que aprenda a quererlo y no se limite a utilizarlo. Que lo vea como a un igual y no se ciegue por la tentación de los deseos que ofrece. No es de extrañar que haya tardado diez mil años en encontrar a esa persona. O, mejor dicho, que haya sido encontrado por ella. Y aún ha sido muy afortunado de no haber tardado varios miles de años más, dada la codiciosa condición humana.
¿Quién no cambiaría una inmortalidad en la esclavitud por la simple humanidad mortal con la suerte de poseer el regalo del libre albedrío?
Y ese es el otro gran mensaje de la película que me emociona.
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad y a más de uno de esos que se han creído y se creen dueños del universo les vendría muy bien estar confinados dentro de una lámpara de latón durante milenios y humillarse de cuando en cuando ante quien sea que frote la lámpara, para aprender esa humilde lección.
Y bien que lo sabe nuestro entrañable genio. Más sabe el diablo por viejo.
Aunque también, si resulta que el genio es tan simpático y buenazo como el que nos ocupa, se merece encontrarse con un “amo” que aprenda a quererlo y no se limite a utilizarlo. Que lo vea como a un igual y no se ciegue por la tentación de los deseos que ofrece. No es de extrañar que haya tardado diez mil años en encontrar a esa persona. O, mejor dicho, que haya sido encontrado por ella. Y aún ha sido muy afortunado de no haber tardado varios miles de años más, dada la codiciosa condición humana.
¿Quién no cambiaría una inmortalidad en la esclavitud por la simple humanidad mortal con la suerte de poseer el regalo del libre albedrío?
Y ese es el otro gran mensaje de la película que me emociona.