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Voto de Vivoleyendo:
8
Drama Basada en hechos reales. Philomena Lee, una adolescente irlandesa que vivía en un internado de monjas, se quedó embarazada y se vio obligada a dar a su hijo en adopción. Cincuenta años después, decide contárselo a su hija y se pone en contacto con un periodista de la BBC para que le ayude a contar su historia y a encontrar a su hijo. (FILMAFFINITY)
13 de diciembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de una de esas historias con nombres y apellidos reales. Me admira el valor que ha demostrado su principal protagonista, Philomena Lee, al presentar la verdad sin disfrazarla con identidades ficticias. También siento admiración hacia su capacidad para perdonar y mirar hacia el pasado sin resentimientos. Unos podrán pensar que es una pobre tonta con el cerebro lavado, pero yo no la veo así. La veo como alguien que prefiere quedarse con el lado bueno antes que malgastar la vida odiando. Es algo de lo que muchos tenemos bastante que aprender.
No es moco de pavo lo que le hicieron. Ya en otra película, del director Peter Mullan, titulada "Las hermanas de la Magdalena", se pone al descubierto la tragedia de miles de muchachas irlandesas condenadas por la censura social y religiosa. Es terrible cuando la religión cae en el fanatismo y la muchedumbre ciega reniega de su decencia moral para mantener a toda costa la decencia aparente. Un buen motivo de reflexión. Repudiar a tu propia hija o hermana porque es pecado fornicar y ser madre fuera del matrimonio, ser muy bella, ser muy fea, ser muy inteligente o ser muy torpe. Dejar de lado a ese ser al que has engendrado o parido, o con el que te has criado, y que tiene los mismos defectos y virtudes que tú, simplemente porque se sale del recto camino de un Dios cruel que parece detestar a todas sus criaturas por el hecho de no ser tan perfectas como Él. Sí señor, eso es decencia. Eso es moral. Que la gente expulse y castigue a sus propias hijas y hermanas. Si así es como uno se gana el cielo, es preferible ir al infierno. Total, no puede ser peor que el infierno que ya les tocó a esas infelices en vida.
Ya puestos a inventarse un dios, al menos que sea un dios bondadoso y comprensivo, como un buen padre que acepta a sus hijos como son. Está claro que la especie humana, casi siempre tan obcecada, es incapaz la mayoría de las veces de inventarse dioses buenos. Ni siquiera en su más delirante imaginación huye de sus peores defectos o trata de crear algo constructivo. Aunque me temo que en eso tienen mucho que ver también los que quieren perpetuar un poder terrenal desmesurado (olvidando la máxima que predican de "despréndete de tus ambiciones terrenales"), y lo hacen fomentando el miedo, la sumisión y la ignorancia. A fin de cuentas, la humanidad es así. Casi siempre se busca excusas divinas, xenófobas, económicas, científicas o de lo que se saque de la manga para cometer sus atrocidades.
En fin, ahí están los hechos. En aquellos años de oscurantismo hubo muchas adopciones turbias de niños irlandeses a los que arrancaron de sus madres y se llevaron a Estados Unidos.
Philomena Lee fue una de aquellas "hermanas de la Magdalena" caída en desgracia. Cincuenta años después, decide romper su silencio para buscar a su hijo perdido y contacta con Martin Sixmith, un periodista que no atraviesa por un buen momento laboral. Ambos emprenden la búsqueda en un viaje de autodescubrimiento que los marcará profundamente.
Más que el viaje en sí, que no es especialmente significativo a menos que uno no hubiera leído previamente sobre los acontecimientos (yo no los había leído y ha sido una odisea no arrebatadora pero sí interesante), lo que hace que esta película basada en la novela del periodista sea realmente especial, es la manera que tiene Philomena de afrontar la vida y el trato con los demás. Su interacción con Martin, entre la comedia y el drama, es muy simpática a la vez que conmovedora; como buena cristiana (cristiana de verdad, de las que no alardean ni juzgan mal, de las que no se dan golpes en el pecho), su espíritu sincero y optimista da una lección de humildad que Martin poco a poco irá encajando tras los choques iniciales. Choques entre personas de buena educación como lo son ellos dos, porque Philomena no habrá ido a "Oxbridge" (Oxford o Cambridge, qué más da), pero puede enseñar modales al más empingorotado licenciado. Y Martin sólo es un buen ciudadano escéptico propio de estos tiempos, un ateo o agnóstico como yo que nunca aprenderá a perdonar las afrentas pero puede admirar y respetar a quienes sí lo hacen. A quienes lo hacen no con servilismo lastimoso y sometido a unas creencias impuestas, sino con pleno sentido de su libertad y dignidad personal.
Hay que ser valiente para perdonar de corazón, no porque creas que guardar rencor es pecado.
Y así es la Philomena Lee que me han enseñado aquí. La que comprende y no odia.
La que se conforma con la pequeña esperanza de que él en el fondo supiera que ella lo amaba.
Vivoleyendo
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