Audrey se ganó una nominación al Óscar a la mejor actriz por encarnar a la protagonista invidente de este thriller. Adaptación de una obra teatral, lo cual queda patente en el rodaje de las numerosas escenas de interiores, el suspense engancha al espectador desde que se desata la fatal amenaza en torno a la mujer equivocada.
A causa de una turbia y fallida transacción de drogas, unos gángsters acechan el apartamento de la inocente Suzy, esperando encontrar en él la mercancía.
Audrey protagonizó uno de los papeles de suspense-terror más elegantes y estremecedores de aquella década, digno de la mejor inspiración de un Hitchcock. Sin lugar a dudas, Terence Young acertó de pleno al reclutar a la glamourosa estrella belga, quien aporta a la perfección ese aura de dulzura, indefensión, desprotección y cruda soledad mientras se encara (con la única ayuda de una niña, su vecina y amiga) al peligro mortal sin poder ver a sus acosadores. Consciente de que ellos saltarán sobre ella antes o después sin que nadie pueda impedirlo, Suzy recurrirá a sus armas: su afilada inteligencia, su agudizado instinto, sus sentidos fuertemente desarrollados para suplir a la vista, y su conocimiento pormenorizado del limitado y reducido espacio de su apartamento.
Unos dedos de hielo se deslizan por la espalda al contemplar el fiero instinto de conservación de Suzy, enfrentada a solas a una negrura que actúa como un muro de pánico y asfixia. Como ese pánico que sentimos en las tinieblas de las pesadillas, en las que unas sombras asesinas y apenas intuidas nos siguen los pasos para atacarnos en lo más profundo de la noche.