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Voto de Vivoleyendo:
7
Western. Drama Nevada, 1885. Gil Carter (Henry Fonda) llega a una pequeña población del oeste en busca de su antigua novia, una mujer de dudosa reputación. Le acompaña su amigo Art (Harry Morgan). La inesperada noticia del asesinato de un conocido ranchero provoca que, ante la ausencia del sheriff, se forme un grupo de linchamiento del que tanto Gil como Art formarán parte. (FILMAFFINITY)
27 de noviembre de 2010
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo emparejaría este western, por su temática central, con dos grandes dramas: “Doce hombres sin piedad” y “Furia”.
Los tres tienen un punto en común: las masas ávidas de sangre que condenan a muerte a otros. Ya de por sí la pena capital es un acto terrible e ignominioso, de los más viles que existen, rebajando a los gobiernos y a los ciudadanos al asesinato, con lo cual los verdugos y sus consentidores no actúan mejor que los sentenciados. Y la justicia es doblemente pisoteada cuando, además, nadie se toma la molestia de comprobar la veracidad de los hechos criminales.
Sin siquiera pruebas de culpabilidad, sin la seguridad absoluta de estar apuntando a los autores del delito, la muchedumbre desbocada, vampiresca, letal y de monstruosa y deforme faz, tal y como la han representado en el lienzo pintores que conocían demasiado bien los horrores humanos como Goya, acude como una jauría de perros rabiosos a triturar con sus propios colmillos a los cabezas de turco. Una simple tapadera para que los homicidas encubiertos bajo el manto del anonimato y de la multitud, protegidos bajo su supuesta impunidad justiciera, den rienda suelta al instinto de hacer daño y matar con el beneplácito social.
Entonces, nos encontramos con dos tipos de asesinos: los que cometen el acto fuera de la ley, y los que lo hacen amparándose en ella. Si lo primero es sin duda una de las aberraciones más bajas de este planeta, lo segundo está exactamente al mismo nivel.
Cuando se condena al patíbulo a una persona, no habrá marcha atrás si después se demuestra que era inocente.
Eso tratan de gritar a los cuatro vientos los siete que se oponen al linchamiento en Ox-Bow de tres pobres infelices a manos de una caterva de rufianes que se dicen ciudadanos de ley y orden.
La carta de Martin debería estar presente cada vez que alguien que se proclama humano se dispone a tirar la primera piedra o a colocar la soga alrededor de un cuello.
Vivoleyendo
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