Pixar ya nos ha acostumbrado a sus breves aperitivos antes de la comida principal. Es costumbre introducir un corto de animación que precede al largometraje del momento en las carteleras.
Los genios de la animación informatizada hacen gala otra vez de su talento con una obrita de poco más de cinco minutos. Dos antagonistas, la silueta representante del día, y la de la noche, rivales y enemistadas, compitiendo para ver quién ofrece la vista más molona.
Siempre he pensado que los cortos, pese a que den la impresión de menos meritorios que los largometrajes por su brevedad, tienen su complicación. Porque no debe de ser fácil contar una historia plena en tan poco tiempo, y que deje cierta huella. Quizás el error está, más que nada, en supeditarlos a un largo, porque la gente va al cine a ver por ejemplo "Toy Story 3" y el preludio no se suele disfrutar como entidad independiente y merecedora de más atención. El fallo es que los espectadores se están acomodando en los asientos, se están colocando las gafas 3D y ajustándolas en la postura menos molesta, y los niños preguntan: "¿Esto ya es la peli?", "¿Cuándo empieza?" Y se diluye un pelín, casi como si fuese un spot publicitario o un trailer que anuncia otras películas.
Por ello es más recomendable hacer honor a estos pequeños trabajos de animación cuando se pueden ver sin que sean los entrantes de obras de más duración.