Media votos
7,0
Votos
2.208
Críticas
1.745
Listas
37
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Vivoleyendo:
9
5,8
7.852
Romance. Drama
David Kepesh (Ben Kingsley), un carismático profesor, está orgulloso de seducir a alumnas deseosas de probar experiencias nuevas, pero sin ningún compromiso. Pero, cuando la hermosa Consuelo Castillo (Cruz) entra en su clase, sus precauciones se esfuman. Esa belleza morena consigue, al mismo tiempo, cautivarlo y desconcertarlo. Consuelo es para él algo más que un objeto de deseo. Su fuerte personalidad y su carácter apasionado ... [+]
17 de mayo de 2008
16 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Coixet da el golpe maestro. Prácticamente lo borda.
Ya hace bastante que me viene dando la impresión de que Coixet es una de las directoras cinematográficas de más calidad y de las más sensibles de todo el panorama español.
Yo soy de las que suelen ir prevenidas cuando una película lleva el cartel de "española", no en vano la gran cantidad de despropósitos que suele producir nuestro cine patrio se ha ganado a pulso mi rechazo y, en el mejor de los casos, mi indiferencia. Contando sólo con algunas excepciones, en general no me arriesgo a ponerme de mala leche siendo testigo de una serie de mediocres producciones que parecen hechas en serie por lo más chabacano que nuestro ilustre ministerio de cultura tiene a bien apadrinar.
Una de las grandes excepciones que vengo advirtiendo desde hace mucho, es Isabel Coixet. Hasta la fecha, ninguna de las películas suyas que llevo vistas me ha decepcionado, y todas me transfieren algo que avanza más allá de lo simplemente interesante.
Con "Elegy" parece haber dado la campanada (esperemos que no la definitiva y que continúe agitándome las fibras como lo ha hecho hasta ahora). No cabe duda de que su salto a la industria estadounidense no sólo no la ha perjudicado, sino que no ha mermado en absoluto sus cualidades.
"Elegy" es, como su nombre, un lamento. Un poema de dolor que Coixet sabe dejar suelto y a la vez dosificar de una forma que ella domina a la perfección. Genuina, con una mezcla de sofisticación y naturalidad y, sobre todo, de complejidad, que se funden sin alejarse un solo instante del espectador (al menos de mí). La directora me implica, me acerca a esos personajes que están tan palpitantemente vivos, me hace sentarme a su lado y sentir el sufrimiento de vivir unas vidas ajenas a la mía pero siempre conectadas por algún lazo de reconocimiento e identificación. Me involucra en sus dudas, en sus virtudes, en sus defectos y, ante todo, en sus corazones. En esa soledad sempiterna que es la eterna compañera de viaje.
Si Ben Kingsley me desgarró en "La lista de Schindler", aquí sencillamente me desarma y me hace partícipe de la más honda vulnerabilidad. Su protagonista, el maduro y prestigioso profesor universitario, que deslumbra de puertas afuera con su estela de brillantez, me conmociona con su paso a una vejez que no conlleva la madurez afectiva ni la autoconfianza que se suelen presuponer a la edad y la experiencia. El hacerse viejo no significa que deje de venerar la belleza femenina, ni que deje de desear a las mujeres, sobre todo a las jóvenes. Nunca se ha visto a sí mismo envejeciendo al lado de su esposa, ni ejerciendo como entregado padre de familia. Nunca ha podido sustraerse a la irresistible seducción de algunas de sus alumnas universitarias. Y jamás se ha sentido tan cautivado como lo está ahora por Consuela.
Ya hace bastante que me viene dando la impresión de que Coixet es una de las directoras cinematográficas de más calidad y de las más sensibles de todo el panorama español.
Yo soy de las que suelen ir prevenidas cuando una película lleva el cartel de "española", no en vano la gran cantidad de despropósitos que suele producir nuestro cine patrio se ha ganado a pulso mi rechazo y, en el mejor de los casos, mi indiferencia. Contando sólo con algunas excepciones, en general no me arriesgo a ponerme de mala leche siendo testigo de una serie de mediocres producciones que parecen hechas en serie por lo más chabacano que nuestro ilustre ministerio de cultura tiene a bien apadrinar.
Una de las grandes excepciones que vengo advirtiendo desde hace mucho, es Isabel Coixet. Hasta la fecha, ninguna de las películas suyas que llevo vistas me ha decepcionado, y todas me transfieren algo que avanza más allá de lo simplemente interesante.
Con "Elegy" parece haber dado la campanada (esperemos que no la definitiva y que continúe agitándome las fibras como lo ha hecho hasta ahora). No cabe duda de que su salto a la industria estadounidense no sólo no la ha perjudicado, sino que no ha mermado en absoluto sus cualidades.
"Elegy" es, como su nombre, un lamento. Un poema de dolor que Coixet sabe dejar suelto y a la vez dosificar de una forma que ella domina a la perfección. Genuina, con una mezcla de sofisticación y naturalidad y, sobre todo, de complejidad, que se funden sin alejarse un solo instante del espectador (al menos de mí). La directora me implica, me acerca a esos personajes que están tan palpitantemente vivos, me hace sentarme a su lado y sentir el sufrimiento de vivir unas vidas ajenas a la mía pero siempre conectadas por algún lazo de reconocimiento e identificación. Me involucra en sus dudas, en sus virtudes, en sus defectos y, ante todo, en sus corazones. En esa soledad sempiterna que es la eterna compañera de viaje.
Si Ben Kingsley me desgarró en "La lista de Schindler", aquí sencillamente me desarma y me hace partícipe de la más honda vulnerabilidad. Su protagonista, el maduro y prestigioso profesor universitario, que deslumbra de puertas afuera con su estela de brillantez, me conmociona con su paso a una vejez que no conlleva la madurez afectiva ni la autoconfianza que se suelen presuponer a la edad y la experiencia. El hacerse viejo no significa que deje de venerar la belleza femenina, ni que deje de desear a las mujeres, sobre todo a las jóvenes. Nunca se ha visto a sí mismo envejeciendo al lado de su esposa, ni ejerciendo como entregado padre de familia. Nunca ha podido sustraerse a la irresistible seducción de algunas de sus alumnas universitarias. Y jamás se ha sentido tan cautivado como lo está ahora por Consuela.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Con su monólogo interior, en el que David va destapando su alma con sobriedad, lucidez y honestidad, se exhibe ante nosotros sin encubrir sus temores, sus actos de cobardía, sus errores, sus anhelos ni su imperfecta humanidad. Su discurso no pretende realizar más que una autoconfesión en la que no concede respuestas a los grandes interrogantes (respuestas que ni todos los años del mundo pueden dar), sino desgranar el dolor que lo consume, el vacío de no tener el valor para soportar la fuerte intensidad ni los subyugantes lazos del amor. Toda su vida ha sido una carrera esquiva, huyendo de los compromisos. Y puede que haya llegado la hora de lamentarlo... O, simplemente, de aceptarlo.
Penélope Cruz realiza un papel protagónico digno y en absoluto estridente. En su justa medida, pleno de química con su compañero de reparto. Convincente y creíble. La relación se toca, se palpa y se siente. Vibrante, única.
Dennis Hopper tampoco desentona. George, ese amigo que ofrece consejos no siempre acertados y puntos de vista interesantes, que tampoco conoce las respuestas ni está alcanzando una vejez modélica, al igual que David. Ese amigo que está ahí, por momentos sabio, por momentos errado, por momentos irritante y por momentos consolador. Quién no ha buscado siempre una mano amiga que nos haga creer que estamos menos solos...
Una oda a la vida. Al amor. Al deseo. A las dudas. Una confesión de los fracasos personales y de lo que no se ha podido lograr.
Un poema de dolor.
Penélope Cruz realiza un papel protagónico digno y en absoluto estridente. En su justa medida, pleno de química con su compañero de reparto. Convincente y creíble. La relación se toca, se palpa y se siente. Vibrante, única.
Dennis Hopper tampoco desentona. George, ese amigo que ofrece consejos no siempre acertados y puntos de vista interesantes, que tampoco conoce las respuestas ni está alcanzando una vejez modélica, al igual que David. Ese amigo que está ahí, por momentos sabio, por momentos errado, por momentos irritante y por momentos consolador. Quién no ha buscado siempre una mano amiga que nos haga creer que estamos menos solos...
Una oda a la vida. Al amor. Al deseo. A las dudas. Una confesión de los fracasos personales y de lo que no se ha podido lograr.
Un poema de dolor.