"Two lovers" es la última película del realizador estadounidense James Gray, un director que desde su debut en 1994 sólo ha dirigido cuatro filmes y que se caracteriza por hacer un cine de estilo clásico, alejado de las modas. A pesar de su gusto por las historias personales, Gray nunca ha caído en los modernismos de un Gus Van Sant o un Todd Haynes y realiza sus películas sin demasiados signos autorales.

La familia y el crimen habían sido el leitmotiv de sus tres anteriores películas ("Little Odessa", "The yards" y "La noche es nuestra") y en esta ocasión cambia el crimen por el amor, ya que el elemento familiar sigue presente en la trama. Si en anteriores ocasiones había sido el thriller el género del que se había servido para narrar sus principales obsesiones, ahora se sirve del drama romántico.

A lo largo de la cinta iremos viendo los bandazos sentimentales de Leonard, un hombre taciturno que tiene que medicarse para evitar los trastornos depresivos y que ve como su corazón se divide entre dos tipos de mujeres. Por un lado está la inestable Michelle, cuyas idas y venidas vuelven loco al protagonista. Por el otro lado está la dulce Sandra (mi preferida de las dos), más con los pies en la tierra y que aporta cariño y comprensión al sufrido Leonard. La confusa personalidad del protagonista y el peso de las circunstancias (en este filme el carácter de su protagonista le hará guiarse en muchos casos por las decisiones del Destino) determinarán su proceder.

De este modo, nos hallamos ante una cinta estupenda, que muestra con acierto muchos de los devaneos sentimentales que provoca el amor y siempre con sensibilidad, que no sensiblería (desgraciadamente habitual en muchos dramas románticos). Asimismo, su trío de protagonistas da vida con convicción a sus personajes, destacando en especial Joaquin Phoenix que borda uno de sus habituales papeles atormentados. Tampoco me quiero olvidar de Gwyneth Paltrow y Vinessa Shaw, que encarnan con solvencia a esas dos mujeres contrapuestas, aunque quizá se echa en falta un poco más de protagonismo para el personaje de Shaw, que podría haber dado aún más juego.

Por buscar otro aspecto menos logrado, hay que efectuar cierta suspensión de la incredulidad para creer que alguien como Leonard, al que se le ve claramente que no está del todo en sus cabales, pueda interesar a dos mujeres de tanta prestancia. Unos pequeños males para una película espléndida y muy recomendable.