Lo de Woody Allen y la comedia romántica no tiene precio. Es una paradoja, un chiste. Conocido es que el genio judío de New York prefiere mil veces la tragedia a la comedia y que ésta, especialmente en su vertiente amorosa, se ha convertido muchas veces en un producto enlatado y prefabricado. Y entonces, se pone a darle a un teclado, coge a dos jovencitos de protagonistas y provoca tantas carcajadas como guiños cómplices.

"Todo lo demás" no funcionó en taquilla como hubiera querido el cineasta, lo cual resulta sorprendente, pues tiene todos los ingredientes que suelen provocar que su cine sea tan bueno, especialmente parece una re-lectura más informal de Annie Hall, la pieza que le catapultó a la fama, con mejor adaptación a los tiempos que corren.

Jason Biggs está genial como Jerry, especialmente en sus diálogos con su desquiciado agente interpretado por Danny De Vito, alejando los fantasmas de American Pie que amenazaban con engullirlo, Woody sacó lo mejor de sí, mientras que convierte a Christina Ricci en una criatura tan adorable como caprichosa y cansina a la larga.

Woody por su lado realiza una labor muy curiosa como Dobel, un tipo singular, por momentos el mejor mentor posible y en otros, un tipo con exceso de paranoias y muy inquietante. La moraleja de la historia no deja de ser bonita, además cuesta muy poco proyectarse en el personaje de Jerry, en su simpatía, timidez y problemática para cortar lazos afectivos cuando se vuelven caducos.

Uno espera que le vaya muy bien en California y deje de esconder su talento. Y Woody, también, con el cariño que deposita en todas sus criaturas.