Como punto de partida, "Gotham" es una serie que sabe entrar por los ojos. No hace falta estar muy versado en el Señor de la Noche de DC Comics para comprender que estamos ante una atmósfera bien cuidada, una Gotham que nunca duerme y que está plagada de pequeños monstruos que quieren crecer. Una urbe gigantesca y corrupta que empieza a tambalear sus frágiles cimientos cuando el matrimonio Wayne, dos de las figuras más notorias del lugar, son abatidos a disparos ante la presencia de su pequeño hijo.

Jim Gordon (Ben McKenzie), un joven y todavía idealista inspector, promete al pobre huérfano que hará todo lo posible para encontrar al responsable. Un noble objetivo que lo puede enfrentar con su propio departamento, muchos de ellos a sueldo de algunos de los clanes mafiosos más notables de los bajos fondos. Inicio claro, buenas actuaciones y la esencia que hace célebre el pasado de Batman.

Hasta ahí, perfecto. Luego el programa, a veces, cae en el deseo de ser una nueva "Smallville", es decir, todos los futuros villanos y súper-héroes vivían a dos cuadras y hasta compartieron noviazgos. Cuando el show se mete en esos vericuetos, especialmente forzando las conexiones, se equivoca, tornándose predecible y en americanada.

Afortunadamente, hay otros momentos que reflejan buen tempo. La pareja McKenzie-Logue funciona a las mil maravillas, tampoco está nada mal la ambigüedad de de Erin Richards, mientras Jada Pinkett Smith da un torrente de sensualidad y presencia a su jefa del hampa. Carmine el Romano Falcone también está muy bien construido. Hay cimientos para hacer algo más que un entremés mientras Bruce crece.

Alterna momentos que me encantan con otros predecibles. Permaneceremos atentos al vuelo de este muerciélago en las fronteras más peligrosas que existen...