Había acabado el combate y el mundo del boxeo se quedó sin habla. No solamente era una promesa mojando la oreja del campeón favorito, era una cuestión de estilo. Terry Venables afirmó que Ali fue el precedente del Barcelona de Cruyff, hipnótico, te hacía caer bailando. Una metodología diferente, otra forma de luchar, vuela como una mariposa y pica como una abeja.

El primer showman que hizo trizas los convencionalismos con declaraciones altisonantes. Un deportista reconocido que se cambió su nombre de antepasados esclavos a otro musulmán, fe que defendió hasta el extremo, así como su amistad con Malcolm X (personaje desaprovechado en la trama).

Sin duda, no estamos ante la biografía definitiva de Alí, probablemente porque el director y su equipo terminan cayendo enamorados ante el personaje, mitad héroe, mitad pomposo, pero siempre carismático, en el ojo del huracán. Como fuere, muchos son los ingredientes que nos permiten disfrutarla, como la actuación de un Will Smith a veces un poco histriónico pero convincente. Jamie Foxx aporta mucho como el tipo que todos querríamos tener en nuestra esquina.

Jon Voight da muy bien su perfil de reportero con el que el púgil mantiene una relación de admiración-burla. Probablemente los que no sean amantes de este peligroso deporte, no disfrutarán mucho está correcta aportación de Michael Mann al género, pero los que sí, la gozarán, empezando por su estupenda banda sonora.

Interesante pero no inolvidable, estamos ante una emocionante película que nos acerca a uno de los deportistas más vibrantes del pasado siglo.