En primer lugar, vaya por encima de todo que "El tren de las 3:10" es un remake más que digno, capaz de mantener al espectador atento durante todo su metraje. Russell Crowe como forajido y Christian Bale como uno de sus improvisados escoltas para el ferrocarril que debe llevarlo al penal de Yuma, realizan un trabajo interpretativo digno de todo elogio, dotando de gran humanidad a sus personajes.

Sin embargo, este ejercicio tan visual de James Mangold se deja llevar un tanto por las prisas y la espectacularidad, en lugar de haber desarrollado aspectos que hubieran sido más interesantes a largo plazo. El viaje al infierno que sufren los captores del peligroso Ben Wade no está contado del todo, por lo menos, para explicar las precipitadas decisiones que se verán obligados a tomar unos y otros.

Entre los hallazgos, sobresale un Crowe magnífico como un malvado humano, capaz de resultar una compañía encantadora hasta que revela su naturaleza. Su banda también desmonta tópicos, lejos de unos Dalton descerebrados, sus secuaces son un eficaz arma de terror que muestra una fuerte devotio a su jefe. Su persecución de los agentes de la ley tiene tempo y ofrece momentos dignos de recuerdo.

Una de las cosas más terribles es desperdiciar a un Christian Bale entonado, siempre camaelónico y perfecto en su rol, cuyo arco tiene un potencial que él se esfuerza en alcanzar, si bien el exagerado final se pierde en piruetas y acrobacias.

Justifica la entrada con holgura, pero le faltan esas dos o tres piezas que convierten a un buen western en un clásico.