Arturo de Córdova era un actor genial. Cuando caracterizó al inquietante protagonista de este relato, dice la leyenda que su maestría llegó a tal punto que el propio Buñuel se molestó un tanto con él. A fin de cuentas, el genial cineasta exiliado exorcizó varios fantasmas y paranoias personales en esta radiografía sin fallo del monstruo de los celos y la opresión de una pareja enloquecida.

Poco debe decirse de la peligrosa atracción en la que se monta el personaje de una excelente Delia Garcés. Un romance que termina yendo por derroteros inesperados y permite a Buñuel filmar algunos de los mejores momentos de su carrera, lo cual es decir mucho.

Desde el brillante opening, nos damos cuenta de que la inspiración es absoluta. Solamente esta película ha logrado que una liturgia como el lavado de pies emulando a Jesucristo y los discípulos aparezca convertida en alguno lujurioso.

Por si fuera poco, tiene un sorprendente y perturbador final.

Una pieza dorada dentro del baúl del mejor cine mexicano.