Uno sabe qué esperar cuando va a una quinta parte de Rambo. De hecho, se agradece que el personaje vuelva a exhibir algunos de los traumas y dudas que tuvo en su origen, olvidados en algunas de sus secuelas. Sylvester Stallone quitó con todos los honores el sombrero a Rocky mediante "Creed", una franquicia heredera muy digna. Ha faltado esa sutileza para un proyecto que más de lo mismo, pero sin alma.

Tenía su interés que el viejo veterano de Vietnam se midiera a la realidad del narcotráfico mexicano. Pero cae en los clichés más rancios sobre el tema, olvidando que es un problema de ambos países, si bien el personaje de Paz Vega puede interpretarse como una intentona de ser más ecuánimes.

Sergio Peris-Mencheta y Óscar Jaenada dan presencia a dos hermanos terribles y sanguinarios, pintorescos y con esa dosis de carisma que necesita un antagonista. Pero no llegan a interaccionar del todo con un Rambo familiero que intenta ser una especie de "Viejo Logan". No eran malos ingredientes si se hubieran mezclado con más originalidad o, al menos, no tan previsibles.

Llegarán los túneles, lanzamientos de flecha y esa violencia descarnada que se esperaba. Pero antes por la carretera no hemos tenido ningún viaje que convirtiera en impactante esa resolución.