Akira Toriyama hizo Dragon Ball buscando desconectar de la popularidad de una de sus series principales. El objetivo era un entretenimiento breve. Las deidades le conserven los otros sentidos, puesto que no tuvo vista para saber dónde se metía. Sin embargo, nunca se tocó la genialidad, esa que le llevó a crear un universo rico que ha enganchado a generaciones.

Esta primera parte, origen de todo, basada en el manga predecesor, es un icono que, como decía la historiografía francesa sobre Napoleón, "no comerciemos con la grandeza". Hay varias cuestiones que hoy se ven con rubor, especialmente por el tratamiento de algunas cuestiones. De cualquier modo, un análisis sereno y contextualización permiten seguir disfrutando del resto.

El viaje iniciático de Goku bebe de una hermosa leyenda china y nos lleva por el sendero que el programa quiere en todo momento. Llegarían los combates eternos, las piruetas imposibles y un vocabulario propio. El bendito problema de tanta popularidad era la facilidad para caer en la parodia.

La reunión de las bolas de dragón permitía formular un deseo a la poderosa criatura. Legiones de fans en todo el globo siguen considerando que su petición sería que Toriyama volviese a hacer justo lo que hizo.