Jame Dean fue y es un icono. Su imagen en "Rebelde sin causa" fue un fenómeno para toda una generación, el modelo ideal para ellas y ellos de lo que debía ser un rebelde. Nicholas Ray lo sabía y por eso escogió a la malograda estrella para interpretar a un personaje mil veces copiado, el referente del género de adolescente atormentado que no sabe por qué.

A "Rebelde sin causa" le ha pasado el tiempo. Hay que hacer un ejercicio de época para imaginar que muchos de estos talluditos intérpretes sean colegiales. No obstante, logrando esa abstracción tiene algunos momentos realmente notables. Dean y una joven Natalie Wood hacen increíble esta insólita relación de un único dia.

Hija de su tiempo, esta obra reflejó un sentir muy concreto de los zagales nortamericanos, una época para descubrir carreras de coches, cazadoras y gestos altivos. Muchos de los secundarios parecen figuras de retablo, aparecen y desaparecen sin dejar transfondo en el espectador/a.

De cualquier modo, también tenemos algunos momentos muy logrados, como esa extraña "última cena" que el trío protagonista tiene en una casa abandonada, buscando cada cual lo que le falta en su familia, una metáfora de gente que ha perdido la brújula y la necesita.

Tiene asimismo su casposidad, una advertencia moralista de que el progenitor no puede llevar delantal de cocina y acusaciones contra "el hombre blandengue". Es también machista porque aquellos tiempos lo eran. Debe observarse con atención el modelo de sociedad que estaba representando.

Con las necesarias notas a pie de página es un film imprescindible de visionar.