Habría que esperar a "Aquí huele a muerto (pues yo no he sido" (1989) para encontrar un ejercicio similar de "comedia terrorífica" a la española, con todos los riesgos que ello conlleva. En una época donde Mariano Ozores era uno de los directores que mejor supo aprovechar el contexto social para garantizar grandes taquillas con poca inversión, aquí brinda una fórmula que era muy ganadora en aquellos días: un actor en el cenit de su fama (Andrés Pajares) y una de las grandes musas del destape, Adriana Vega.

El film tiene tantos despropósitos como otros de este género, aunque tiene algunos momentos con encanto. Ese prólogo con Antonio Ozores (siempre amigo de brillantes improvisaciones) y María Luisa Ponte (magnífica actriz) incluso podría invitar a pensar en una hábil parodia del género gótico de castillos abandonados.

Pero pronto se pierde el asunto en recurrir a lo de siempre, habiendo quedado especialmente caducas las referencias políticas al momento, dando la sensación de que todo es un desfile de gags más o menos hilvanados que convergen en un tercer acto forzado.

Comienza en algo así como el Far West y termina en mansión encantada. Lo típico, vamos.