Indudablemente, "Rashomon" es uno de los filmes japoneses que más fácilmente se han exportado al resto del mundo. El cine de este país oriental se ha caracterizado siempre por una gran sutileza y hermetismo, siendo necesarias notas a pie de página y explicaciones de especialistas para que los espectadores foráneos lo pudiéramos disfrutar en todo su rico potencial.

Pero "Rashomon" no se enmarca dentro de esta categoría. No es un metraje denso, apenas una hora y media que se pasa con gran rapidez. Si bien está ambientada en turbulentos momentos de crisis en el feudalismo nipón, Kurosawa no precisa de grandes contextualizaciones para transmitirnos los riesgos de aquellos años, puede ser todo entendido de un vistazo por una persona japonesa o un polaco, sin ninguna clase de necesidad de recurrir a los libros de Historia.

Basado en un cuento muy original (recuerda a lo mejor de Chejov y tiene ese bosque como elemento de fascinación, algo que ya era visible desde los hermanos Grimm), la historia de un asesinato y una violación ha alterado la precaria paz de una aldea. Tres personajes quedan atrapados por la lluvia en un templo. Empiezan a hablar de lo que han oído, visto e interpretado de las declaraciones de los testigos. Las versiones se complementan, distorsionan y hasta se contradicen. ¿Dónde está la verdad, con qué quedarse?

A destacar, dentro de un reparto espléndido, a un Toshirô Mifune encantado con su personaje, pudiendo sacar todo su histrionismo y personalidad fortísima para crear a un antihéroe carismático. Machiko Kyô muestra los muchos peligros que existían para las mujeres en el atávico sistema de la honra, aunque su bella y desvalida dama irá transformándose en los relatos.

Se trata de una auténtica joya. No sé si es lo mejor que ha hecho Kurosawa. Tampoco creo que sea el exponente de la esencia de lo que es el cine de ese país para interesante.

Lo único claro con esta puerta es que nos abre camino a una película extraordinaria.