Sobre una idea correcta e ingeniosa, como es la de ironizar sobre los regímenes latinoamericanos (tomando a Cuba como referencia) que en aquella época producían dictadorzuelos, revoluciones y guerrillas por doquier, y con el papel de los medios de comunicación y la CIA de fondo, Woody Allen acaba perdiéndose en una película deslavazada sólo sostenida por algunas de esas frases y momentos tan ingeniosos que salpican toda su obra.

Da la impresión de que Allen tenía guardados unos cuantos chistes en su cabeza, y alguna vaga trama sobre la revolución cubana y las eternas relaciones de pareja, lo ha mezclado todo, pasando de puntillas y sin entrar a fondo en nada, y ha creado una historia insostenible, con momentos humorísticos tremendamente flojos, acompañados a ratos de otros estupendos.

En resumen una serie de elementos ambiciosos en su planteamiento, pero insustanciales e infantiles en su ejecución, o sea, un gatillazo.

Insustancial.