Realmente nos encontramos ante una gran película con una gran interpretación coral y con una estructura y matices que la elevan al grado de perfección.

Desde la primera secuencia se nos presenta sin ver su rostro y con cámara subjetiva al protagonista, que sobrevuela todo el film, y a lo que le ocurre, que desencadena toda una serie de acciones que no acaban hasta el final.

Se nos presenta sin tapujos y a un ritmo vertiginoso la lucha por el poder que desencadena la muerte del presidente de una gran empresa, y se nos muestran las diferente formas de actuación de los protagonistas con sus debilidades, ambiciones, escrúpulos, miedos, limitaciones. Toda una amalgama de caracteres que van desde el oportunista sin escrúpulos, hasta el soñador, el eterno secundario que no se atreve a dar el paso, el tan brillante como poco humano gestor, la despechada, el bueno pero débil vendedor, y el que está apunto de jubilarse y le da igual, o casi igual, todo y desconfía de la modernidad.

Todos tienen sus motivos, y todos encarnan a sujetos que se parecen a gente que todos hemos conocido, y tras ellos unas mujeres que aunque en un segundo plano, muestran su ambición, o la ausencia de la misma.

También se muestra en toda su crudeza como la vida sigue, y seguirá con o sin nosotros, y como tras nuestra desaparición se pasará página y se seguira adelante, la vida es cambio, y la muerte muchas veces nos hace avanzar.

Un retrato sobre el poder y la personalidad del ser humano interpretado con absoluta maestría por un elenco de actores de los que no me atrevo a destacar a ninguno, con un guion simplemente perfecto y una dirección maestra llena de ritmo, sin un sólo bajón y con acción argumental del primer al último minuto.