Sin aviso llega la muerte: con sencillez, sin apenas llanto, y no todos lo entienden, cuando sin embargo siempre ha sido así en los cuentos infantiles, en los cuentos de hadas: la muerte llega. La muerte llega, como cerezos tronchados cuyos flores te esperan en el paso del río. Y ese gran acierto, el gran plano secuencia que se desliza, que conecta los acontecimientos al ritmo de la percepción humana y del recuerdo, los eventos que se sincronizan: teatralidad, artificiosidad, profundo efectismo: la conciencia de Dios.
El ser humano se desplaza en el tiempo y en el espacio y se entrelaza a cada instante, en su trascendente acción sin reconocimiento, con la historia, con el gran acontecer, con la humanidad.