Y ojalá nunca se vayan porque esta película, junto con la primera, es lo que muchos de nosotros hemos estado soñando toda la vida. Nuestros ídolos de infancia, nuestros héroes de toda la vida, a los que queríamos ser como ellos de mayores, pues aquí están, y lo mejor es que no falta ni uno.
Por mucho que la dirija Simon West, Sylvester Stallone vuelve a superarse una vez más reuniendo de nuevo a la pandilla de leñeros que reventaban las taquillas de medio mundo en la etapa más gloriosa del cine de acción, cuando la acción era de verdad y no las chorradas que nos sirven en estos tiempos.
Si en la primera parte ya nos regaló escenas míticas, en esta no se queda corto, y ver de nuevo a Stallone y Schwarzenegger juntos en pantalla no tiene precio. Personalmente yo destaco la aparición, aunque sea haciendo del villano de turno, de Jean Claude Van Damme, mi ídolo de infancia particular, sin palabras. Y la aparición de Chuck Norris, mítica, no diré más.

Acción a más no poder, peleas icónicas y legendarias, casquería constante, no se puede pedir nada más, bueno si, que nunca se retiren estas leyendas, el día que alguno de ellos se retire, oficialmente habrá muerto el cine de ACCIÓN.