Siempre he admirado a las personas que hacen algo que yo no puedo o no sé hacer. En este caso, porque desde pequeño tengo vértigo. Soy incapaz de asomarme a un balcón si tiene cierta altura, ya no digamos intentar siquiera escalar una montaña. Me llama mucho la atención que haya personas dispuestas a ir al fin del mundo a jugarse la vida por intentar hacer algo que nadie antes ha podido hacer. Meses de preparación, semanas de aclimatación sobre el terreno, días de ascenso y todo para luego estar unos breves minutos en la cima de la montaña. Y además, la certeza de que en todo momento te estás jugando la vida y de que cualquier pequeño percance, ahí, en medio de la nada, podría ser mortal. Y aún así hay gente que lo sigue intentando. Nunca me quedó del todo claro si lo hacían por el afán de gloria o simplemente por el instinto innato de los humanos de plantearse retos y superarlos. Supongo que cada uno tendría sus propios motivos diferentes de los demás. A mi nunca me importaron, yo siempre los respeté y los admiré a todos.
En nuestro planeta hay 14 montañas que miden más de 8.000 metros de altura. Un día a un “iluminado” se le ocurrió que iba a intentar escalarlas todas. Todas ellas sin oxígeno y muchas en solitario. Ese hombre era Reinhold Messner y esta película cuenta los inicios de su mítica historia.