Después de Casco de acero, A bayoneta calada, una historia que narra el típico episodio de resistencia heroica en inferioridad de condiciones, supuso la segunda incursión del influyente director Samuel Fuller en el género bélico, y más concretamente en la temática de la guerra de Corea. La película, tras una realista plasmación de los rigores de la guerra y unos convincentes efectos especiales, transmite un discurso antisovietico propio de un contexto de Guerra Fría, y alecciona sobre la ineludible asunción de responsabilidades castrenses con un mensaje claro y conciso: para liderar hay que tener agallas y coger el toro por los cuernos. No es de extrañar, pues, que la película contara con la colaboración del Departamento de Defensa yanqui.