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España España · Madrid
Voto de Servadac:
2
Drama La película consta de nueve tramas paralelas ambientadas en el Valle de San Fernando, en Los Ángeles: un niño prodigio, el presentador de un concurso de televisión, un ex-niño prodigio, un moribundo, su hijo perdido, la mujer y el enfermero del moribundo. Son historias aparentemente independientes, pero que guardan entre sí una extraña relación. (FILMAFFINITY)
1 de febrero de 2007
151 de 286 usuarios han encontrado esta crítica útil
p.(retencioso) t.(ontaina) anderson, así, con minúsculas, como él mismo lo pone en los títulos de crédito, subrayando su falta de modestia. Una de las películas más sobrevaloradas y mediocres de los últimos tiempos.

¡Y qué diálogos! Un revoltijo de tacos sin sentido. Fuck off, fuck off y más fuck off. ¡Que no se habla de esa puta guisa, joder! ¡Que la puta histeria tiene fases! Cago en la… El único ninot que discute con mesura (el muermo-policía evangelista) parece un funcionario del catastro sin sal ni entendimiento.

Una historia incapaz de conmover, obvia, ramplona, plana, envuelta en una permanente atmósfera (somnífera) de pseudoclímax insufrible, estomagante. La propia película contiene, en boca de la momia agonizante (un actor postrado en una cama, sin apenas movimiento y, aun así, sobreactuado), una línea de guión que la define:

“This is a long way to go, with no punch.”

Qué miedo dan las superstars de Hollywood en una cinta de cine independiente: ¡demuestra lo que vales, oh gran XXX, sé libre! Y, por desgracia, va el tío (o la tía) y lo demuestra.

Julianne Moore: Baste señalar la escena en la que se sincera con el enfermero. Las muecas que hace con la cara son dignas de un mariachi con parálisis facial. Vomitiva.

Tom Cruise: Y todavía dicen que es actor. No sé si valdría para una función benéfica de barrio, una de esas celebraciones en las que abunda la repostería harinosa y el chocolate con grumos. Prefiero a Lina Morgan, mucho más convincente en lo suyo que este guapito de opereta.

Philip Seymour Hoffman: ¿Quieres cerrar la boca de una vez, “alelao”?

Para qué seguir. El problema no se encuentra en los actores sino en el pésimo uso (roza la indignidad) que se hace de ellos. ¡Qué forma más penosa de llorar! ¡Qué afectado sopor en cada gesto! Por no hablar del virtuosismo huero, inexpresivo y narcisista (si es que soy tan guapo diseñando las secuencias, ¿verdad, mami?) de los movimientos de cámara.

Una concepción tan estúpida y molesta de los recursos sonoros debería estar prohibida por la ley. La escena de la cancioncita es lo más ridículo que quepa imaginarse, una vuelta de tuerca al énfasis de feria, sobre todo cuando tararea el moribundo. Alguien dirá: “¡oh, qué bonito, los personajes respirando en un latir común, el de la vida!” Puaj, puaj y mil veces puaj.

Tres horas, ¡tres horas de letargo interminable!

Hasta la escena de las ranas (la única que, visualmente, merece la pena) es pedante, con ese regusto bíblico de patio de colegio. Ya podían haberse desencadenado las siete plagas de Egipto durante el rodaje de este bodrio. Paul Thomas Anderson, dedícate a la cría de batracios. Tendrás actores anfibios, bien dotados, a la altura de tu genio. ¿Que la película trata del perdón? Pues bien, no te perdono.

Post data: No os dejéis engañar por los falsos ropajes de la crítica oficial, el rey está desnudo. Sed más listos que yo, no malgastéis tres horas de la vida en este cubo de basura.
Servadac
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