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España España · Madrid
Voto de Servadac:
9
Drama Un aspirante a escritor regresa a su pueblo natal en Turquía, pero se siente abrumado por las deudas y problemas que tiene su padre.
22 de septiembre de 2019
40 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nuri Bilge Ceylan es uno de los más brillantes cineastas en activo. Su obra sigue la estela de los grandes directores europeos: Bresson, Tarkovski, Bergman.

El primer plano de ‘El peral salvaje’ es como una página de la correspondencia entre Erice y Kiarostami. El mar, reflejos, el tumulto interno y exterior; el oleaje en el alma de Sinan. Chillan las gaviotas y oímos el grito existencial de un joven turco que parece ser un verso suelto en una sociedad llena de jueces y acreedores, de sueños y demonios familiares.

El andar aparatoso, el gesto áspero y torcido, el cerebro despierto; la rabia a punto siempre de estallar.

La relación entre padre e hijo, con sus múltiples aristas, resulta conmovedora. Cómo no sentir en lo hondo la angustia y el despecho de Sinan; la soledad profunda de Idris; la estrechez de los espacios interiores.

Suena el principio de la ‘passacaglia’ de Bach-Stokowski en do menor, único fragmento de música utilizado por Ceylan, y, como en Bresson, la imagen se transforma; resuena el conjunto dentro de nosotros con poesía y hondura inexplicables.

Dos imames discuten acerca de la posibilidad del cambio en el islam (un debate que podría plantearse de igual modo con el cristianismo) y, de pronto, la conversación deriva en un caudal que adquiere resonancias de Pascal y Dostoyevski. ¿Preferiríamos vivir en un mundo en el que existe Dios o en uno en el que Dios no exista? Y, hasta el más descreído, se ve atrapado en esa red universal.

La Turquía de Nuri Bilge podría ser cualquier país del mundo y, sin embargo, sólo puede ser ‘esa’ Turquía, su Turquía, maravillosamente retratada.

La fotografía, los entornos, el uso de la luz; la coreografía de los personajes; la construcción de las conversaciones, las miradas, aquello que queda sin decir… La escena amatoria es lo mejor que he visto en mucho tiempo en una sala oscura. Un ‘pas de deux’ que ilustra lo grande que puede ser el cine.

Nuestro cine.

El final, que no desvelaré, es el mensaje que quisiera legar a mis dos hijos. Frutos de un árbol imperfecto, mejores que su padre.
Servadac
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