Uno de los grandes encantos de la saga Scream es que supo reírse (a la vez que asustar) del género de terror, así como los chascarrillos con los que Kevin Williamson adornó sus guiones. Es por ello que en Scream 3, ya sin el sello característico de Williamson, se pierde gran parte de la gracia, porque Ehren Kruger no sabe sacar el mismo jugo al material del que dispone, por lo menos no de la misma manera que lo hizo su predecesor. La sustitución del guionista es, desde luego, lo peor que le pudo suceder a esta película, ya que pasó del humor (casi) negro de las dos primeras partes al chiste fácil y de las divertidas referencias a la gracieta pueril. Aquí, en lugar de parafrasear o arremeter contra otras películas del género se conforman con llamar a uno de los personajes Jennifer Jolie (doy por supuesto que en clara alusión a Aniston y Angelina).

La trama comienza con unas misteriosas muertes, las cuales tienen lugar a la par que se anuncia el inminente rodaje de Puñalada 3 (Stab 3), basada en los asesinatos de Woodsboro, es decir, en las vivencias de Sidney (Neve Campbell) y compañía. Recordemos que la escena inicial de Scream 2 tenía lugar en unos cines en los que se proyectaba Puñalada (Stab). El tema del cine dentro del cine me parece muy interesante, de hecho, algunas de las mejores persecuciones de Scream 3 suceden en los falsos decorados de dicho rodaje. Sin embargo, la sensación final es que no se saca todo el partido posible ni a situaciones ni a escenarios. Tampoco a los actores, aunque, eso sí, el tándem que forman las actrices Courteney Cox y Parker Posey es antológico, su unión (y comicidad) es, con diferencia, lo mejor de esta secuela.