Sara (Virginia Madsen) decide mudarse junto a su hijo enfermo de cáncer (Kyle Gallner) y el resto de su familia a una casa que se haya más cerca del hospital en el que joven está siendo tratado. Una vez instalados comienzan a sentir una serie de sucesos paranormales de origen desconocido. Pronto comenzarán a investigar el lugar, pero sus descubrimientos terminarán por poner en jaque a todos los miembros de la familia…

A pesar de que por el título pueda parecer lo contrario, Exorcismo en Connecticut guarda más similitudes con cualquier película ochentera sobre casas encantadas que con El exorcista (The Exorcist) o El exorcismo de Emily Rose (The Exorcism of Emily Rose), por poner dos claros ejemplos de películas sobre (valga la redundancia) exorcismos. Sin embargo, además de resultar tremendamente predecible carece de la angustia necesaria para resultar interesante. Es cierto que goza de un más que digno acabado (especialmente su fotografía), pero se sirve en demasía de bruscos cambios sonoros y sustos varios que acaban agotando por acumulación.

La dirección es demasiado monótona, no consiguiendo crear la atmósfera adecuada a la temática que trata, y viéndose forzada a repetir una y otra vez los mismos golpes de efectos. Es cierto que algunos funcionan (sobre todo durante la primera parte), pero que acaban siendo muy repetitivos. Los diálogos resultan igualmente tan monótonos como repetitivos, además de verse acompañados de unas interpretaciones que no pasan de lo funcional. La sensación final es la de un producto que se deja ver, pero al que se podría haber sacado más jugo.