Roland Emmerich, quien perpetrase películas como Independence Day, Godzilla (la versión protagonizada por Matthew Broderick) o 2012, produce este pequeño largometraje de ciencia ficción. El mismo está basado en una novela que ya había sido adaptada anteriormente para la pequeña pantalla. Pero lo más sorprendente es que dicha novela fue publicada durante los sesenta, lo que demuestra que su creador, Daniel F. Galouye, era todo un visionario en el campo.

La historia está protagonizada por Douglas Hall (Craig Bierko), sospechoso de asesinar a su jefe y mentor (Armin Mueller-Stahl), quien creó un mundo virtual que trasladaba a sus usuarios hasta los años treinta. Douglas se introducirá en dicho mundo tratando de encontrar pistas que den con el paradero del asesino y demostrar así su inocencia. Inocencia que ni él mismo tiene clara. Para complicar un poco más las cosas aparece Jane (Gretchen Mol), una bella joven que se presenta como hija del fallecido.

La trama resulta interesante, lo suficientemente elaborada pero, a la vez, fácil de seguir y comprender. Tanto la susodicha trama como la ambientación acaban siendo lo mejor de la película. Podríamos estar hablando de una obra de referencia dentro del género de no ser por sus, en ocasiones, bochornosos diálogos, su reparto (se necesitaría de intérpretes más solventes y reconocibles para el gran público) o algunos personajes demasiado caricaturescos (a la mente me viene el chabacano detective al que da vida Dennis Haysbert). Tampoco hubiese estado de más un presupuesto más holgado, ya que se acaba notando lo ajustado del mismo (a pesar de estar muy bien aprovechado). De todas maneras, el acabado final es más que interesante y sus defectos quedan en un segundo plano, mucho más difuminados que sus evidentes virtudes.