Todo el mundo conoce alguna leyenda urbana, las hay tétricas (la chica muerta de la curva) o cómicas (Richard Gere y cierto roedor, Ricky Martin y el perro goloso…), pero todas tienen un denominador común: son de dominio público. Si bien, cada uno las cuenta a su manera, adornándola convenientemente. La película que nos ocupa toma como base leyendas de corte terrorífico para dar cuerpo a su trama, aunque en el fondo sólo sea otra película de terror juvenil realizada gracias al resurgimiento del subgénero durante los noventa.

Dejando a un lado dicha base, lo cierto es que la película de Jamie Blanks sigue los patrones típicos de este tipo de producciones, es decir, nos presenta a un grupito de chavales (a los que dan vida actores reconocibles, casi exclusivamente, por el público al que va dirigida la cinta) acosados por el psicópata de turno, lo que da lugar a toda una retahíla de sustos y muertes más o menos vistosas. Leyenda urbana no destaca especialmente por nada, pero su intrascendencia (y delirante falta de lógica o coherencia) acaba jugando a su favor. Algo de lo que no pueden presumir demasiadas películas de este tipo.