De un tiempo a esta parte Ford, antaño estrella especializada en el cine de acción y aventuras (géneros en los que ha dado lo mejor de sí mismo), no ha participado en demasiados proyectos que llamen la atención. La película que nos ocupa, un irregular sucedáneo de Crash, no es una excepción. Basta señalar que tardó varios años en estrenarse y bastante metraje, por ejemplo la participación de Sean Penn (dicen las malas lenguas que a petición del actor), se quedó en la sala de montaje.

Un bondadoso agente de inmigración (Harrison Ford), una abogada (Ashley Judd), el marido de ésta (Ray Liotta), una niña árabe (Summer Bishil) o un par de jóvenes que ansían lograr la nacionalidad americana, Gavin (Jim Sturgess) y Claire (Alice Eve), son algunos de los protagonistas de esta película coral que, eso sí, no logra crear un retrato social y racial tan complejo como el visto en la anteriormente mencionada cinta de Paul Haggis (la cual tampoco es que fuese redonda, pero sí más interesante y compleja).

Territorio prohibido brilla más por lo que pudo haber sido (un fresco sobre las lagunas burocráticas con respecto a la inmigración ilegal) que por lo que realmente es (un melodrama poco profundo y, en ocasiones, blando sobre el racismo y las diferencias culturales). Y es que algunos de sus discursos tratan de epatar a base de extremismos forzados y falsas moralinas. El intento en bueno, ojalá también lo hubiese sido el, no del todo desdeñable, resultado final. Lástima.