Curtido en retratar a la clase media-baja, Ken Loach nos presenta en esta ocasión las miserias de Eric Bishop (Steve Evets), abandonado por su segunda esposa y con dos hijastros a su cargo con los que lidiar. Cuando (casi) se reencuentra con su primera esposa, Lily (Stephanie Bishop), con la que tuvo una hija, su vida se derrumba incluso un poco más. Afortunadamente para él puede recurrir a su idolatrado Eric Cantona para que le aconseje sobre cómo retomar el control de su vida. A destacar la retahíla de proverbios que Cantona va soltando a lo largo de la cinta.

Tierno relato, menos costumbrista y más cómico y fantasioso de lo que acostumbra el director, pero igualmente interesante. Loach retrata con aparente sencillez una historia que transmite vitalidad en cada fotograma y que se apoya en unas (en líneas generales) buenas interpretaciones, a destacar la buena química entre y Eric Cantona, las escenas que comparten son, sin duda alguna, lo mejor de la película.

Es cierto que conforme avanza la historia pierda fuelle, en parte debido al tono "buenrollista" que se desencadena durante la parte final y que tiene que ver con uno de los hijastros del protagonista, y a pesar del encanto de la situación y de la comicidad que desprende. Irónicamente llega a continuación del momento más dramático de la película, es más, llega para poner remedio a dicho drama. Pero ello se puede considerar un fallo menor dentro de una película que destila alegría por la vida y que supone un canto al amor y a la amistad.