Elegy es básicamente la historia de dos personas y la forma que tienen de enfrentarse a dos de los temas más importantes (por algo la mayoría de películas, canciones y libros tratan sobre ellos) para el ser humano: el amor y la muerte. Él es David Kepesh (Ben Kingsley), un reputado profesor, tan frío e interesado como mujeriego. Ella es Consuela (Penélope Cruz), alumna de Kepesh, cubana y pasional. Tras sus primeros escarceos los principios de Kepesh, aquellos que habían guiado su vida hasta entonces, empiezan a desmoronarse.

Isabel Coixet se enfrenta a varios retos con Elegy, por una parte a trabajar con material que no es suyo, por otra a rodar una historia en la que prima el romance pasional sobre el sentimental, algo que hasta el momento no había desarrollado, por lo menos no de la misma manera que lo hace aquí. Y aunque es verdad que el resultado es más que satisfactorio, no es menos cierto que la sensación dominante es que a la historia le hace falta más pasión, más fuerza. Aunque curiosamente lo que más añoro son los personajes sensibles y la melancolía de otros de sus trabajos.

La labor de todo el plantel de actores es excelente, de Kingsley a Cruz, pasando por los más secundarios Dennis Hopper y Peter Sarsgaard, quienes interpretan al mejor amigo e hijo del protagonista respectivamente. Pero destaca por encima de todos ellos una fantástica Patricia Clarkson, quien con unas pocas escenas consigue eclipsar al resto de intérpretes. Al final, y contra todo pronóstico, Elegy se descubre como un canto a la vida y al amor, a pesar de todo.