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Voto de VictorRodrigo:
8
Comedia La noche del 2 de marzo de 1953 murió un hombre. Ese hombre es Josef Stalin, dictador, tirano, carnicero y Secretario General de la URSS. Y si juegas tus cartas bien, el puesto ahora puede ser tuyo. Una sátira sobre los días previos al funeral del padre de la nación. Dos jornadas de duras peleas por el poder absoluto a través de manipulaciones, lujurias y traiciones.
22 de febrero de 2018
16 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 22 de febrero se ha convertido en una fecha que recordaré siempre con tristeza. Un feo y lúgubre jueves dónde nos dejó nuestro queridísimo Forges, creador de viñetas, dibujante de sonrisas y constructor de un estilo que muchas generaciones llevarán en su corazón toda su vida. Este mismo jueves, con la cabeza nublada por la pérdida de nuestro querido Antonio, decidí ver una película que posee muy buenas críticas en lo que llevamos de año. Eso sí, no se desentiende de la polémica: “La muerte de Stalin“.

Se trata de un film de Armando Iannucci, un director satírico escocés (a pesar de su claro nombre italiano) que ha realizado varias obras políticas, cortometrajes y demás productos audiovisuales. Abraza un tema delicado: Stalin muere en 1953, dejando un vacío de poder inmenso. ¿Quién será el que le sustituya? Con este ambiente empieza un guión, altamente teatralizado, con un elenco increíble y una sátira exquisita.

Por la escena pasean el propio Stalin, sus dos hijos (Svetlana y Vasily), Khrushchev, Malenkov, Beria (líder del temido NKVD), Molotov, Zhukov e incluso Bulganin, Mikoyan o Kaganovich. En definitiva, la plana mayor soviética en los años 50. Bajo la satírica batuta de Ianucci, todos estos personajes sobreviven, combaten, pelean entre sí en los días posteriores a la muerte del Camadara Iósif. Ridiculizados, exageradas sus manías, sus posiciones y evidentemente, augmentadas las tesituras siniestras que ejercía la URSS bajo su propia población (algo que ni el más soviético o comunista podría o debería negar). Empezamos a llegar a mi argumento.

¿No debería hacerse una obra así? Mejor dicho, ¿la sátira puede amparar absolutamente todo? Yo creo que no, pero películas así se deben realizar. Más aún. Pero tenemos muchos problemas de percepción, educación y enfoque.

Sí, ingleses ridiculizan la URSS, el comunismo, a los soviéticos. Otra vez. Siempre los rusos. Los malos de las pelis de Hollywood, los villanos de los Bond. Pero que esas lamentables construcciones de personajes no entorpezcan una obra satírica, inteligentemente escrita y con una percepción diferente de la crítica política.

Ya existen sátiras hirientes, muy ofensivas e incluso insultantes contra el bloque antagónico soviético, los Estados Unidos. Pero en nuestra retina de mundo occidental seguimos demonizando rusos, buscando rojos comunistas como villanos de una serie infantil e incluso todo lo que tenga que ver con el bloque oriental del mapa mundi.

Esto debe terminar. La sátira es un instrumento histórico, inteligente, visual, educativo y constructivo para las democracias. Para la sociedad en general, para fomentar un espíritu crítico pero también una oposición simbiótica, no asesina. La coexistencia de poder con los contrapesos que lo fiscalizan debe incluir la sátira, la crítica, la oposición directa a dicho poder. ¿O pretenden callarnos a todos?

Nuestro querido Forges venía de esa época. Era un maestro con la tinta, escenificando una España envejecida, de tipografia falangista y rodada en blanco y negro. Quiero reivindicar esa revolución satírica, algo que parece muy moderno pero fueron los antiguos griegos los que empezaron a usarla (al final deberíamos preguntarnos que no empezaron los habitantes del Peloponeso).

Sea soviético o norteamericano. De España, el Reino Unido, un país europeo o Costa de Marfil. Cualquier país del mundo debería tener normalizada la sátira, permitirla y sobretodo, aceptarla sea cual sea tu sesgo ideológico, político, social, deportivo, sexual y cualquier adjetivo que haga falta.

Una sátira bien hecha es oxigeno democrático para ese país. Es un fiscalizador perfecto para un gobierno. Es un chasquido en la cara de una sociedad para que, como mínimo, se plantee dudas, se ponga a pensar y los engranajes cerebrales sirvan para algo más que ver partidos deportivos, series banales o programas superficiales.

Nunca creí que en un mismo texto pudiera juntar la muerte de dos personajes históricos tan dispares, en un jueves tan gris.

Antonio, te echaremos mucho de menos.
VictorRodrigo
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