Un gran Ian McKellen interpreta a un Sherlock Holmes en el ocaso de su vida. Casi toda persona desearía decir adiós en paz, finalizando los asuntos pendientes y dejando a alguien su legado. Aquí Sherlock descansa en sus últimos días en una casa donde hace de apicultor y pasa el tiempo con su ama de llaves y el hijo de esta. Luchando contra una demencia que gana terreno y que si siempre es dura, aún da más pena en una mente maravillosa, uniendo piezas de su última investigación, de un reciente viaje a Japón y reflexionando sobre su existencia, remordimientos y si alguien tan obsesionado por la lógica, el pragmatismo y la verdad, no podría en ocasiones dejar paso a la bondad envuelta en forma de mentira piadosa.

Una interpretación de lujo que acaba siendo lo mejor de un film con varios frentes abiertos, todos ellos realmente interesantes, pero que podrían haber sido mejor explotados y estaríamos ante una película realmente reseñable y una obra de lo mejor del año que estamos a punto de acabar. Aún así, buen film.

P.D. El cameo de Nicholas Rowe me hizo directamente ir a ver "El Secreto de la Pirámide", la cual se converva tan bien como siempre. Una de las películas de mi niñez.

Nota: 6'4