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Voto de Rachael:
8
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19.818
Thriller. Drama
Steven es un eminente cirujano casado con Anna, una respetada oftalmóloga. Viven felices junto a sus dos hijos, Kim y Bob. Cuando Steven entabla amistad con Martin, un chico de dieciséis años huérfano de padre, a quien decide proteger, los acontecimientos dan un giro siniestro. Steven tendrá que escoger entre cometer un impactante sacrificio o arriesgarse a perderlo todo. (FILMAFFINITY)
29 de octubre de 2017
92 de 139 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ciencia se rinde ante la superstición en la última película del realizador griego Yorgos Lanthimos, un filme que, con la precisión de un bisturí, abre en canal al espectador.
El escritor checo Milan Kundera ya afirmaba que "la cirugía lleva el imperativo básico de la profesión médica hasta límites extremos, en los que lo humano entra en contacto con lo divino".
Además, rememoraba esa "breve pero intensa sensación de sacrilegio" que supone hurgar por primera vez en un cuerpo humano, pues el Creador "no sospechaba que alguien iba a meter la mano dentro del mecanismo que él había inventado, meticulosamente cubierto de piel, sellado y cerrado a los ojos del hombre".
El escritor checo Milan Kundera ya afirmaba que "la cirugía lleva el imperativo básico de la profesión médica hasta límites extremos, en los que lo humano entra en contacto con lo divino".
Además, rememoraba esa "breve pero intensa sensación de sacrilegio" que supone hurgar por primera vez en un cuerpo humano, pues el Creador "no sospechaba que alguien iba a meter la mano dentro del mecanismo que él había inventado, meticulosamente cubierto de piel, sellado y cerrado a los ojos del hombre".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Una emoción que Steven (Colin Farrell), un reputado cardiólogo, parece haber perdido tras una vida dedicada a husmear en el interior de la perfecta maquinaria creada por Dios a su imagen y semejanza. En un quirófano, la ciencia entra en conflicto con la fe y, allí donde no gobierna ley humana o divina, las Horas dictan sentencia.
A través de la relación de Steven con su mujer, Anna (Nicole Kidman), una respetada oftalmóloga, se retrata la endogamia médica, aliñanada con apáticas y distantes relaciones sexuales típicas del imaginario de Lanthimos.
Junto a sus dos hijos, Kim y Bob, llevan una vida más cómoda que feliz, en la que se hace hueco Martin (Barry Keoghan), un adolescente sin padre que cuenta con el favor de Steven, y cuyas visitas serán el destello de la calma que precede a la tempestad.
Con la lenta e impertubable furia de la brisa que se torna huracán y con la irónica sobrenaturalidad de los desastres naturales, Martin llega para devastar la vida de Steven, a quien culpa de la muerte de su padre.
En compensación, al igual que los antiguos dioses griegos, exige un sacrifio ante la amenaza de una maldición que provocará un fallo multiorgánico en la familia, a excepción del cirujano, pues, a juicio de Martin, sería "lo más parecido a la justicia".
La superstición se apodera así de un médico al que la ciencia ha dado la espalda e inyecta en él un pensamiento mágico que le hace atribuir un efecto a un suceso sin que exista una relación causa-efecto demostrable entre ambos.
Desesperado por salvar a su familia, Steven se ve obligado a elegir entre satisfacer el sangriento mandato divino de Martin o arriesgarse a lanzar un órdago. El eco de la voz de Kundera recuerda que "un asesinato así solo se adelanta un poco a lo que Dios se hubiese encargado de hacer algo más tarde".
Al fin y al cabo, "se puede suponer que Dios contaba con el asesinato, pero no contaba con la cirugía".
A través de la relación de Steven con su mujer, Anna (Nicole Kidman), una respetada oftalmóloga, se retrata la endogamia médica, aliñanada con apáticas y distantes relaciones sexuales típicas del imaginario de Lanthimos.
Junto a sus dos hijos, Kim y Bob, llevan una vida más cómoda que feliz, en la que se hace hueco Martin (Barry Keoghan), un adolescente sin padre que cuenta con el favor de Steven, y cuyas visitas serán el destello de la calma que precede a la tempestad.
Con la lenta e impertubable furia de la brisa que se torna huracán y con la irónica sobrenaturalidad de los desastres naturales, Martin llega para devastar la vida de Steven, a quien culpa de la muerte de su padre.
En compensación, al igual que los antiguos dioses griegos, exige un sacrifio ante la amenaza de una maldición que provocará un fallo multiorgánico en la familia, a excepción del cirujano, pues, a juicio de Martin, sería "lo más parecido a la justicia".
La superstición se apodera así de un médico al que la ciencia ha dado la espalda e inyecta en él un pensamiento mágico que le hace atribuir un efecto a un suceso sin que exista una relación causa-efecto demostrable entre ambos.
Desesperado por salvar a su familia, Steven se ve obligado a elegir entre satisfacer el sangriento mandato divino de Martin o arriesgarse a lanzar un órdago. El eco de la voz de Kundera recuerda que "un asesinato así solo se adelanta un poco a lo que Dios se hubiese encargado de hacer algo más tarde".
Al fin y al cabo, "se puede suponer que Dios contaba con el asesinato, pero no contaba con la cirugía".