Continuación de la saga vampírica más edulcorada de la historia del cine.

No se sabe si ha sido porque la historia lo requería, o porque el público lo pedía, pero se nota un cierto cambio de formato con respecto a la sosa y telefílmica primera parte. Esta vez, "Luna Nueva" utiliza otro tipo de ingredientes para cocinar el mismo plato, y se nota en el sabor final: el formato sigue siendo de telefilme pero más cuidado, y la historia toma un cariz de soliloquio en el personaje de Bella (Kristen Stewart), auténtica y absoluta protagonista de la cinta. La introducción de otro personaje sobrenatural y carismático, el licántropo Taylor Lautner, produce una cofrontación interior en Bella que, si bien su narración sigue dejando mucho que desear, al menos la hace más interesante que la sosería y la vacuidad que la primera entrega respiraba.

A pesar de todo, "Luna Nueva" es, inevitablemente, una digna adaptación de la celebérrima novela de Stephenie Meyer; tetralogía escrita con mucho sentido cinematográfico y apuntando certeramente a un determinado tipo de público. Lástima que por su culpa, y lo digo sinceramente, los adolescentes de hoy en día estereotipen inconscientemente al personaje del vampiro como un ser andrógino, enamoradizo y descafeinado tanto en aspecto estético como ético y moral. La religión de la sangre, la primera y única razón de ser de cualquier vampiro, ya sea literario o cinematográfico, brilla por su ausencia en este filme, lo cual es totalmente imperdonable. Los licántropos, al menos, se presentan con otra aura más sobrenatural y más oscura.

No se podría pregonar las excelencias interpretativas del filme por la sencilla razón de que no existen. El aclamado ídolo adolescente Robert Pattinson da pocas opciones para el elogio cuando lo único que hace es quedarse quieto y mirar fijamente como si fuera el no va más de la actuación pasiva, como si de verdad emanara alguna sensación de vampiro, cuando no hubiera sido sorprendente que sacara un peine y se lo pasara por el tupé a lo Travolta en "Grease". Al menos, la fría Kirsten Stewart da algunas (pocas) muestras de efectista teatralidad en su papel de adolescente indecisa.

Total: un aprobado más que raspadillo, pues el filme ha conseguido mejorar con respecto a la bucólica y vergonzosamente cursi primera parte, aunque sea más en aspectos estéticos que interpretativos o de guión. Sólo para incondicionales.