De la escasa, por no decir nula, ciencia-ficción de calidad que se hace en nuestro amado país apenas hay unos pocos títulos destacados, la mayoría del siglo pasado, y en otros casos el género se percibe como un complemento dentro de otro género principal. Un ejemplo de esto último lo podríamos encontrar en la celebérrima y excelente “Abre los ojos” (1997) de Amenábar, y también algo hay en esta ópera prima de Nacho Vigalondo.

“Los cronocrímenes” cuenta una historia de misterio relacionada con elementos de ciencia-ficcion, en este caso el manido viaje en el tiempo y sus múltiples paradojas. La sencillez de la exposición contrasta con el elaborado y bien tejido guion del mismo Vigalondo quien, ni corto ni perezoso y para ahorrarse más dinero, decide reservarse un papel en el que nos hace conscientes a todos que su talento no está precisamente en sus cualidades interpretativas. Karra Elejalde sostiene, con ayuda de una estupenda Bárbara Goenaga, todo el peso dramático de la película, lo cual consigue mediante un papel que personaliza y hace suyo. Impagables los momentos en los que, lejos de decir cualquier frase rimbombante, se le escapa alguna fineza propia de la tierra.

La estructura del filme se basa absolutamente en el guion. Lejos de llamar la atención en efectos especiales o diseño de producción, casi ambos de serie B, el protagonismo del guion es preeminente en todo el metraje, y tan importante que el espectador no puede despistarse ni un solo minuto si quiere sacarle todo el jugo a la cinta. Todo se basa en paradojas temporales en las que Vigalondo va encajando las piezas con la precisión de un relojero, haciendo que la sensación que el espectador suele tener después de ver películas con el viaje en el tiempo como tema, salga del cine planteándose dónde están las lagunas. Evidentemente, éstas existen, ya que el viaje en el tiempo es una paradoja en sí mismo, pero Vigalondo cierra el círculo con mano maestra dentro de la misma historia del filme.

La película, hecha con muy poco presupuesto, es una buena muestra de cómo contar una historia partiendo de una premisa tan explotada y hacerla interesante hasta sus últimas consecuencias. Además, el metraje dura justo lo que debe, sin florituras ni tramas secundarias que habrían hecho fracasar la propuesta de Vigalondo.

Muy interesante.