Es sorprendente cómo a veces el destino hace que abras los ojos ante lo evidente. Si Ben Affleck se ha dado de bruces contra el suelo como actor en prácticamente todas sus películas, será porque estaba recibiendo señales de que eso no era lo suyo. ¿Quién le iba a decir que su auténtico talento estaba detrás de las cámaras, y no delante de ellas?

El thriller político que dirige con mano maestra y que estaba en boca de todo el mundo para los Oscar ha conseguido encandilar a los críticos de la Academia ganando 3 de los 7 Oscar a los que estaba nominado. “Argo” consiguió el de mejor película por delante de amores, bestias del sur, esclavos vengativos, tigres y presidentes muertos hace más de 140 años. Por algo será, y sin poder hacer comparaciones con el resto de candidatas, sí puedo decir que “Argo” me gustó, y mucho más de lo que esperaba.

En “Argo” hay a priori un elemento de peso que juega a su favor: nadie puede culpar a Chris Terrio de haberse inventado un guión extravagante y poco creíble, pues se basa en un hecho real. La crisis de los rehenes del Irán de los ayatolás a finales de los ’70, cuando un grupo de diplomáticos norteamericanos fueron asaltados y capturados en la embajada estadounidense en Teherán, es el “leit motiv” de un thriller muy bien dirigido, con un pulso excelente y un sentido de la narración loable que evidencia un gran talento tras las cámaras. Tod en “Argo” está bien construido y ensamblado, las piezas encajan perfectamente aunque humor y tensión no suelen ser compañeras.

Affleck logra contrastes muy notorios entre una alterada Irán y la tranquila y soleada California, usando el recurso para elevar la tensión y disminuirla según se centre la historia en un sitio o en otro. Se permite hacer crítica de la hipocresía que hay en el back-stage del mundo del cine, crítica mordaz en muchos casos, pero no parece mojarse demasiado en lo que respecta a la situación de Irán y del por qué los iraníes hicieron lo que hicieron (está clarísima la visión que nos quiere mostrar el director, sin dejar al espectador ni siquiera un mínimo de duda para debatir sobre quiénes son en realidad las víctimas).

La cinta gana en tensión conforme avanza. Con una introducción magistral, la trama se sigue desarrollando por derroteros políticos cuyas ideas están expuestas recordando vagamente a “Syriana” (2005) pero mucho más claras y sin necesidad de que el espectador tenga ciertos conocimientos de entrada. La última parte de la cinta es, sin duda, la más tensa y trepidante, pero también quizás la más convencional aunque Affleck ha sabido dirigirla con muy buen tino para que no lo parezca.

Las secuencias relacionadas con la falsa película de ciencia-ficción, sin duda las más risibles, son también las mejores interpretadas, con unos John Goodman y Alan Arkin sencillamente inmensos.

El diseño de “Argo” es también de sobresaliente. El filme se adorna con una gruesa imagen setentera, con ropas, looks, sociedad y música de la época, que ayudan al espectador a relacionar el contexto de la historia con el entorno de manera indisoluble. Muy cuidadas también son las caracterizaciones de los actores, lo cual se comprueba con las fotos de los protagonistas auténticos mostradas en los títulos finales de crédito.

Ben Affleck vuelve a demostrarnos lo pasivo que es como actor, pero se lo perdonamos al haber firmado uno de los mejores thrillers que se han hecho recientemente. Muy recomendable.