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España España · Somewhere Far Beyond
Voto de Richy:
7
Drama. Thriller Una noche, James Ballard estrella su coche contra el de Helen y ambos son ingresados en un hospital. Lo sorprendente es que inmediatamente después del choque los dos experimentaron una extraña atracción mutua. A partir de entonces, la vida de James se precipitará hacia un mundo oscuro y prohibido, dominado por el peligro, el sexo y la muerte. (FILMAFFINITY)
7 de octubre de 2013
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de que David Cronenberg inventara el concepto de la “nueva carne” en “Videodrome” (1983), como eliminación de las fronteras entre lo orgánico y lo metálico, su filmografía se ha centrado siempre en obras reflexivas y distópicas acerca del ser humano, de sus miedos, pasiones y, sobre todo, patologías físicas y mentales. En “Crash”, por muy escandalosa que le pueda parecer a algunos, sigue las mismas pautas que ha seguido siempre, pero dándoles otra perspectiva. El sexo para Cronenberg es, como la violencia, otra condición natural del ser humano, y la “nueva carne” esta vez tiene su imagen en la dolorosa fusión entre el cuerpo y los amasijos de un coche estrellado.

El filme reúne perversión física y mental a partes iguales. El sexo explícito es mostrado como una consecuencia enfermiza de un hecho concreto, en este caso las colisiones entre coches. Esas colisiones provocan entre quienes las padecen un deseo irreflenable de buscar el placer, en una simbiosis depravada entre el deseo carnal y el frío metálico de un chasis. La primera escena de la película, con Deborah Kara Unger excitada por el contacto del metal mientras un desconocido la penetra, resume tanto la tónica general del filme como su idea.

Cronenberg mezcla sexo con accidentes como quien relaciona el alcohol con la resaca: una es consecuencia de la otra. Con ello expresa la idea de que el sexo, visto así, es sólo un acto exclusivamente carnal, donde el amor no tiene cabida y por tanto no hay celos de por medio. De hecho, todas las “víctimas” de accidentes se reúnen en una especie de comunidad fraternal donde todos pueden acostarse con todos. Las colisiones son las drogas de estos yonquis mentales, cuya adicción puede llegar a ocasionar el mayor éxtasis orgásmico: la pérdida de la vida en un accidente de coche.

Una parafilia sexual así sólo se le podría ocurrir a Cronenberg, y el público sólo se lo puede perdonar a él. En este sentido, la película es demasiado atrevida; no ya sólo por el alto contenido erótico, tanto de imágenes como de diálogos, sino por lo polémico de su razón de ser: encontrar en el dolor, en las prótesis y en las cicatrices un elemento de placer. Respecto a esto, una de las escenas más explícitas y, quizás, más duras de digerir, es cuando estos yonquis del masoquismo enfermizo toman fotos y se recrean en el lugar de un grave accidente, como si de unos “voyeurs” se tratase.

Las actuaciones siguen el mismo tono irreal y cuasi onírico de la cinta, destacando una Deborah Kara Unger en un permanente estado de excitación. James Spader parece perdido en muchas ocasiones, como si con él no fuera la cosa, y por último Holly Hunter y Elias Koteas demuestran, sobre todo este último, que sus tórridos papeles han sido diseñados para ellos.

Pura perversión Cronenberg. ¿Recomendarla? No me atrevo...
Richy
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