Extraña historia la que se marca Thomas Jane en esta “road movie” atípica en la que se mezcla la intriga con el terror, adornado todo con un estilo visual muy cercano a una novela gráfica.

Se cuenta la historia de una pareja que recorre el desierto para llegar a Las Vegas, y en medio del camino recogen a una persona herida por un atropello. A partir de aquí, los acontecimientos se van sucediendo y la pareja se ve envuelta en ellos de forma extraña y paranormal, en un camino interminable, totalmente perdidos y sin forma de encontrar la carretera correcta.

Al igual que los personajes, la narración parece ir perdida sin un desarrollo medianamente coherente. Como si de un mal sueño se tratase, todo parece juntarse en una mezcolanza de sucesos en los que se busca un por qué que no llega nunca. A pesar de ello, la inquietante atmósfera que domina todo el relato, la bien plasmada soledad de las carreteras del desierto por la noche y ese estilo visual tan especial, recordando a “Sin City” (2005), hacen que las lagunas del guion se perdonen de alguna manera, y se disfrute la película por su capacidad sensorial más que por su capacidad narrativa.

Los personajes se acercan a la caricatura más que a la normalidad, destacando algunos momentos en los que Thomas Jane se permite ciertos excesos que no cabrían en una película comercial de grandes productoras (muy notable la escena de la masturbación). El mismo director se reserva el papel principal y se ha acompañado de una sensual Lauren German y de Ron Perlman, este último con menos protagonismo pero con una presencia siempre potente y que, además, viene que ni pintado en este filme.

El regusto final que queda es el de haber presenciado un experimento cinematográfico distinto, aunque nada en él es novedoso. Su conclusión también recuerda a algunos capítulos de “Creepshow” o “Cuentos asombrosos”, como se ha llegado a apuntar por aquí, por lo que la sensación final es la de haber visto un trabajo hecho para la televisión, aunque con toques muy especiales.