Entrañable y vistosa producción de fantasía épica que Richard Donner nos regaló a mediados de los inolvidables '80. Por entonces, el cine de espada y brujería estaba en su mejor momento con producciones como la excelente "Conan" de John Millius o la maravillosa "Excalibur" de John Boorman. Incluso la saga "Star Wars" dejó una buena impronta en este tipo de cine "con encanto", donde las princesas y los caballeros campaban por doquier en maravillosos escenarios y las hazañas heroicas henchían de gozo nuestros jóvenes corazones.

Recuerdo haberla visto un par de veces en mi más tierna juventud, y ya por entonces me gustó esa mezcla de imaginación y leyenda a pesar de mi por entonces corto entendimiento. Ahora que la he vuelto a ver, me agrada comprobar que esa magia que alguna vez pude sentir se ha vuelto a hacer realidad y, además, me encuentro con una película muy bien estructurada, con un encantador aire de grandeza legendaria y un sentido de la aventura que ya no volverá nunca a nuestras pantallas.

Los recursos de Donner se basan en los estereotipos del romance medieval: la dama y el caballero, un amor idílico, al que se le añade la tragedia de una maldición por la que los enamorados deberán sufrir permaneciendo "siempre juntos, eternamente separados" por culpa de un celoso y malvado obispo (John Wood, como siempre, excelente villano) que conjuró al demonio para que el caballero (Rutger Hauer de plena moda tras "Blade Runner") se transformara en un triste y solitario lobo durante la noche, y la dama (Michelle Pfeiffer, belleza felina) en un fiel y elegante halcón por el día, para así condenarlos a no verse nunca jamás. El único contacto que mantienen ambos para comunicarse entre sí viene de un ladronzuelo (Matthew Broderick) que los ayuda en su aventura para romper el hechizo.

Una pequeña-gran pega la tenemos en la banda sonora. La música es esencial en este tipo de películas, pero los arreglos del mítico Alan Parsons no concuerdan en absoluto con lo que se ve. Esos ritmos de disco-pop ochentera sobran en todo momento perjudicando claramente la cinta, en un intento de dotar de originalidad una película en la que sobra cualquier experimento debido a su espíritu intrínseco de aventura clásica de capa y espada.

Imprescindible por su condición de película única, y por su alto valor nostálgico.