El anuncio de que la por entonces moribunda serie de televisión iba a dar el salto a la gran pantalla, no pudo ser menos oportuno en una década que ya había sentado los cimientos de la aventura espacial con la mastodóntica "Star Wars". Muchas voces se oyeron acerca de que Robert Wise tenía difícil el competir con la obra de George Lucas, apenas estrenada dos años antes, y cuya sombra iba siendo ya muy alargada. Pero Wise, siempre innovador y estiloso, firmó una película más cercana a Kubrick que a Lucas.

No era tan difícil revitalizar con este filme una serie de TV que hacía aguas. De hecho, argumentalmente esta primera película es como un episodio alargado de la serie original, pero con la nueva luz y el nuevo lavado de cara de Wise, la vieja Enterprise cobra una nueva vida y su primera aventura en la gran pantalla es merecedora de su flamante estreno.

No tan flamantes son sus viejos tripulantes. No tienen un protagonismo destacado en toda la cinta, salvo un capitán Kirk (William Shatner) al que le pesan los años y se ve apartado por la nueva generación, más conocedora de los entresijos de la Enterprise. También destaca el doctor Spock, más vulcaniano y, por tanto, más sobrio y estirado que nunca.

Esta primera película de una saga cinematográfica que se alarga hasta nuestros días (llevamos ya 11 con la última versión de J.J. Abrahams), supuso un lujo en el aspecto visual en el que Wise es todo un maestro. El enemigo al que se enfrenta Kirk y su tripulación, una entidad llamada V'Ger, es toda una colección de imaginería extraterrestre, acompañada por la conocidísima y excelente partitura de Jerry Goldsmith. Wise sabe también alternar entre momentos de tensión y más relajados, manteniendo siempre el interés del misterio de V'Ger, auque en algunos momentos peca de tedio y de falta de ritmo.

Si no fuera por su gran valor nostálgico, el filme no pasaría del 6, pero esta primera "Star Trek" en gran pantalla ha sabido ganarse, con todo, su hueco en el corazón de los aficionados a la ciencia-ficción.