Apabullante y sobrecogedora película dirigidia por Jonathan Demme, director en pleno auge creativo en la década de los '90.

Es, sin lugar a dudas, una película de inflexión dentro de su género. Con "El silencio de los corderos", el thriller y el terror psicológico tuvieron un modelo al que seguir, y la influencia de este filme es clarísima en obras posteriores, de las cuales el "Seven" de David Fincher bebe a grandes tragos. Desde que Anthony Hopkins encarnara a Hannibal Lecter como si fuera su segunda piel, los papeles de asesino psicótico proliferaron en nuestras pantallas pero nunca llegaron a la excelencia interpretativa de Hopkins: hace de Hannibal Lecter un ser despreciable y, a la vez, elegante en su psicopatía, transformando por primera vez a un asesino despiadado en una persona educada, analizadora y erudita con una horrible patología mental. Es el psicoanalista psicoanalizado así mismo mediante dibujos, lecturas y música de Bach.

La relación de Lecter con Clarice (buena actuación de Jodie Foster) es casi de maestro - alumno. La cadete del FBI verá cómo el doctor Lecter, mediante turnos de preguntas ("quid pro quo", mis preguntas a cambio de las tuyas) no sólo le sonsacará sus miedos más íntimos en una comunión dialéctica casi mística, sino que la ayudará a reflexionar, a mirar más allá de las pruebas del caso, a conseguir, al fin y al cabo, que la asciendan a agente federal. Es posible que el caso que le asignan le venga algo grande a una simple cadete (de hecho, no creo que hagan algo ni remotamente parecido en la escuela del FBI), pero es un fallo que podemos pasar por alto.

Demme consigue inquietar con un ritmo propio del buen thriller que es, y lo combina con unos primeros planos tan hipnóticos como aterradores. La inmortalidad de las escenas, el recuerdo que de ellas tenga el público, es lo que hace grande una película, y esta no es la excepción. Un par de ejemplos gráficos y autoexplicativos de ello, en el spoliadero.

Por ende, huelga decir que la cinta es la mejor de todas las secuelas y precuelas que se hicieron posteriormente de las novelas de Thomas Harris, a pesar de que casi todas gozan de buena calidad cinematográfica. Con todo, el filme de Jonathan Demme ya se ha hecho hueco como una de las obras más importantes del cine moderno.

Alguien dijo una vez que se gana más lamiendo que mordiendo... Que se lo pregunten al doctor Lecter, a ver qué le parece.