El Rey Midas de Hollywood vuelve a la ciencia-ficción con una moderna y espectacular adaptación de la archiconocida obra de H. G. Wells “La guerra de los mundos” y quizás la más fiel de todas, incluso por encima de la excelente película de Byron Haskin de 1953. Con esta película, Spielberg cierra una trilogía alienígena que comenzó con “Encuentros en la tercera fase” (1977) y continuó con “E.T., el extraterrestre” (1982), pero en esta ocasión sus alienígenas no son tan benévolos como en sus dos peliculones anteriores.

Se nos presenta a Ray Ferrier (Tom Cruise), un individuo normal que recibe la custodia de sus hijos durante una serie de acontecimientos extraordinarios, desatados a partir de una extraña tormenta eléctrica que hace despertar algo del subsuelo, algo enorme y devastador, que no parece (y de hecho, no es) de este mundo. A partir de ahí, se prescinde de cualquier explicación aparte de unas pocas pinceladas sobre las complicadas relaciones de Ray con sus hijos (Justin Chatwin y Dakota Fanning), y el filme se centra en una espectacular lucha por la supervivencia en medio del caos más absoluto, del apocalipsis desatado y de la imponente desolación que las extrañas máquinas, los Trípodes, dejan a su paso.

Spielberg, una vez más, nos enseña cómo hacer una película de ciencia-ficción con suspense, tensión y terror, sazonado por la magnífica calidad del equipo que suele acompañarlo siempre: Kaminski en la fotografía, y Williams en la banda sonora. Nos presentan un filme trepidante y oscuro, con varias escenas realmente magníficas junto con otras bastante convencionales. Spielberg no llega a despegar del todo, pero tampoco se queda atrás; consigue dejar con los pelos de punta al más rudo, nos deja momentos memorables de puro cine (aunque por debajo de su media) y logra dejar al espectador con una sensación deliciosa de no haber perdido el tiempo.

Es de destacar la primera hora, con un comienzo impactante para abrir boca y con un muestrario de efectos especiales de lo más elegantes, enriquecidos con la estupenda fotografía en tonos grises-azulados de Kaminski. El resto de la cinta conserva el mismo ritmo entre acción y tensión, destacando una gran escena dentro del refugio donde Tim Robbins (algo sobreactuado, eso sí) se protege de los ataques: la del periscopio alienígena que barre la casa, todo un ejemplo para estudiar en academias de cine sobre cómo rodar una escena de verdadera tensión.

Como película eminentemente visual, se muestra muy poco interés en un posible desarrollo de los personajes, y por ende las actuaciones son vacías, insulsas e impersonales, salvando la de Dakota Fanning, todo un prodigio de niña en cualquier papel que se le presente.

Spielberg vuelve, una vez más, a dejarnos con la boca abierta en un cine, el contemporáneo, que atrofia cada vez más nuestra capacidad de asombro. Muy recomendable.